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Y sigue el vacilón

Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 18 octubre, 2012



De cal y de arena
Y sigue el vacilón

Un amenazante desequilibrio fiscal próximo al 5% del PIB; la omisión del deber de corrección de los factores desencadenantes del desequilibrio fiscal; un acelerado crecimiento de la deuda pública; la expansión desorbitada del aparato burocrático y del “gasto corrupto”; la tramitomanía —esto es, las ataduras que sujetan el esfuerzo individual y empresarial para formar capital—; la evasión y la elusión tributaria; el clientelismo político; el despilfarro por la vía de las consultorías; el sentido arrasador de los privilegios en regímenes de pensiones; una sociedad con esmerada vocación por el gasto fácil y el crédito no pagable… todo esto fue advertido por Oscar Barahona Streber, ex ministro de Hacienda, en abril de 2002. En nada ha cambiado, ni siquiera en la ausencia de liderazgos gubernamentales que se harían evidentes —como sucede ahora— a lo largo de la administración Pacheco. Igual que entonces, el déficit para este año bordea el 5% del PIB; el gasto del gobierno central se duplicó de 2008 a 2012; como las remuneraciones (donde se acumula el pavoroso e irritante mundo de las gollerías por la vía de los llamados “pluses”) y las transferencias. Varias iniciativas para reestructurar el régimen tributario naufragaron por causa de la inercia presidencial o por la presión de los grupos de interés, de lo que son referentes idóneos para el caso las comisiones de ex ministros de Hacienda que trabajaron en estos temas en las administraciones de Monge, de Rodríguez, de Pacheco y —para que no le falte— de Chinchilla. Caso patético fue la que destituyó sumariamente don Abel en 2003.
Hay que repasar las conclusiones del trabajo de esas comisiones para ver que nada sustancial ha cambiado. Las cuentas paralelas que disfrazan consultorías y otras vocaciones de los chupópteros; unidades ejecutoras que viven como moro sin señor; las abusivas convenciones de trabajo; las pensiones de privilegio —como las del Régimen de Hacienda que el Lic. Barahona se ocupó de divulgar con nombres y montos y que hoy siguen como Johnny Walker—; la desprotección de los recursos públicos por una vía que ve en las concesiones una fuente de enriquecimiento; con un empeoramiento de la calidad de sociedad que se acusa con mayores niveles de inequidad, pobreza, desempleo e inseguridad; qué decir de los valores en tremenda crisis lo que facilita la corrupción a galope desenfrenado. Tal vez el cambio —grave, peligroso y de problemática solución— lo estén experimentando las finanzas y los servicios a cargo de la Caja de Seguro Social y del ICE… por lo demás sigue igual la vida fácil, sin preocupación por desafíos que apartan las mayorías, con alta dependencia del crédito plástico (más de ¢600 millones andan rodando) y gozando del efecto alucinante del fútbol artificiosamente montado como actividad comercial y no deportiva. Quien subestime la historia, incurre en el riesgo de repetirla. Léanse los hechos que desencadenaron aquella crisis argentina o la más reciente de Grecia y de España, y veámonos en ese espejo.

Alvaro Madrigal

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