Y quinientas noches
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 06 abril, 2015
He recibido halagos e insultos: los primeros me han provocado alegría; los segundos antes me afectaban ahora comprendo que son parte del oficio
Y quinientas noches
El cinco es mi número favorito. Me gusta esa suerte de imperfección perfecta: aunque es un número impar y primo su tabla de multiplicación es la más fácil de aprender.
El cinco está presente en el pentagrama de los músicos, el Pentágono en Washington, el pentáculo de los esotéricos, la bandera de las olimpiadas y en los cinco elementos de la filosofía china.
En español la palabra cinco tiene cinco letras y cinco son nuestras vocales; tenemos cinco dedos en cada mano y en cada pie, y los números romanos cambian de cinco en cinco.
A mí me gusta tanto el cinco que escribí junto a Walter Fernández “Pentadrama”, una obra teatral que jugaba con las posibilidades de combinación de ese número.
Dejando claro mi pasión por el cinco les informo a mis lectores que esta, precisamente esta columna que están leyendo, es la número quinientos.
El 11 de noviembre de 2004, pocos días después de un fuerte temblor en Quepos, publiqué en el periódico La República mi primer artículo: “Cuando pase el temblor”.
Han pasado ya diez años, tres presidentes y uno en curso y muchísima agua bajo el puente. He tenido que concentrarme mucho para escribir tanto: lo he hecho en 19 días y quinientas noches, Joaquín Sabina dixit.
A veces los temas saltan como maíz explotando en palomitas dentro del microondas y hay que escoger uno. Otras veces no sé de qué escribir y navego por Internet buscando algo que despierte mi interés.
No releo mis viejas columnas pero hace poco las ordené cronológicamente (así me di cuenta que esta es la número quinientos), las revisé por encima y comprendí que juntas son una especie de “diario personal”. Me explico: al igual que en mis textos teatrales, en mis artículos la escritura parte de mis vivencias y emociones de ese momento particular, por lo tanto podría recordar quinientas semanas de mi vida si releo mis columnas.
He escrito de los libros que he leído; de las películas y series de televisión que he visto; de las obras de teatro que he apreciado, escrito o dirigido. Apoyo, desde este espacio, toda actividad cultural que me toque el alma, más si parte de los más jóvenes.
Las anécdotas de todos mis afectos cercanos (hijas, sobrinos, madre, padre, hermanos, amigos, alumnos) han sido útiles para desarrollar temas sobre las relaciones personales.
En mis columnas me he quejado, amado, señalado, indignado, enojado, conciliado, aprendido, disentido, entusiasmado, disculpado, atrevido. No he tenido miedo a opinar sobre temas morales polémicos, a criticar la corrupción, a tomar posiciones políticamente “incorrectas”.
He recibido halagos e insultos: los primeros me han provocado alegría; los segundos antes me afectaban ahora comprendo que son parte del oficio. Porque esto de escribir semanalmente en tres mil caracteres lo que uno opina sobre los más diversos temas es un oficio que requiere disciplina, investigación y creatividad.
Celebro mi columna número quinientos agradeciendo a todos ustedes los que tienen la gentileza de leer mis palabras. ¡Salud!
Claudia Barrionuevo
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