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Vuele Bajo

Pedro Oller [email protected] | Martes 12 julio, 2011



Vuele Bajo


Consternado. Así recibí la llamada de mi madre el sábado por la mañana en que me decía que había visto por televisión que Facundo Cabral había sido acribillado a tiros en Guatemala. Lo corroboré en breve por medio de Twitter y de Facebook y con mi esposa, entramos en un espacio de reflexión respecto de un hecho al que aún hoy ¿quién encuentra justificación alguna?
Facundo era argentino de nacimiento pero ciudadano universal. Uno de los pocos y de los privilegiados que ostentaba esa condición y que en virtud de la misma trascendía fronteras, pero sobre todo prejuicios.
Recuerdo la primera vez que me llevaron, casi del brazo a verle. Hace poco más de 15 años un compañero de universidad me propuso el invite, al que rechacé porque eso de la música protesta no me calaba y Facundo no era precisamente de los protagonistas.
Al llegar al teatro, me impresionó verlo abarrotado y la fidelidad del público. Era de las primeras veces que totalmente en ascuas me entregaba en vivo a un artista y, me correspondió tanto que no dejé de verle en ninguna de sus visitas posteriores a Costa Rica.
Siempre en el Melico, aunque la memoria me falla y creo que cuando lo Cortez no quitaba lo Cabral fue en el Nacional. Pero siempre ahí. Siempre a teatro lleno, siempre sencillo con un escenario negro, una silla sola, su guitarra y su voz.
Sus anécdotas, a modo de chiste, que eran siempre las mismas aunque alterara el orden y que siempre me arrancaban una risa sincera. Su vivencia, que me inspira por su simpleza y por su grandeza a propósito de lo primero. Sus acordes y sus canciones llenas de mensaje, fáciles de contenido, de acordes básicos y de inquieta semilla en el subconsciente que despertaba indefectible y me movía luego.
Lejos estaba su música de ser protesta pero tampoco importa porque esta la he aprendido a apreciar en su contexto y añorar en que ocasiones demandan un poco más de reflexión, un poco más de reticencia, un poquito de compromiso.
Lo suyo era con el ser humano. No había, salvo para endulzar acaso el mensaje, motivación política alguna. Bueno, tengo una versión de su célebre (y desquerido No Soy de Aquí ni soy de Allá porque ya hasta Julio Iglesias lo cantaba) en que cierra agradeciendo la posibilidad de regresar, cantar y compartir con los argentinos tras la dictadura que marcó su historia.
Llevé a tantos en estos años desde que me hicieron conocerle que no los recuerdo. Muchos me han escrito y agradecido por el nexo. Otros, como mi madre o mi esposa no superan el impacto de la noticia. Y otros, como mis hijos, no podrán tener el gusto de verle y escucharle en vivo aquí, en Costa Rica donde conoció a su mujer que murió trágicamente y a propósito de quien había escrito la canción de cuna que mis tres me han oído desentonar mientras trato que duerman:
“¿Qué espera Dios?/que el hombre vuelva a ser un niño/para recibirlo en su seno/perfecto, perfecto. No crezca mi niño, no crezca jamás/los grandes al mundo le hacen mucho mal. El hombre ambiciona cada día más/y pierde el camino por querer volar.
Vuele bajo porque abajo/está la verdad/esto es algo que los hombres/no aprenden jamás".

Pedro Oller

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