Vivir con inteligencia y ética
Candilejas [email protected] | Viernes 25 septiembre, 2020
Así como mucha gente gasta su presupuesto mensual en 15 días, los recursos naturales de la tierra, para un año, los gastamos en medio.
En el primer caso, esta cultura de vida afecta generalmente a la persona o la familia en cuestión, en cambio lo segundo, afecta a toda la gente incluidos los que presupuestan bien y cuidan los recursos.
Hablamos de un estilo de vida que daña mucho al planeta y a la humanidad impunemente. Que genera muerte.
La buena noticia es que se puede cambiar y ubicarse del lado de la vida.
Usted, como persona, y quienes dictan las políticas al respecto, ¿en cuál grupo se ubican? Recuerde que sus acciones cotidianas lo colocan de un lado o del otro.
Si hemos vivido el siglo 20 gastando alegre e irresponsablemente los recursos naturales no renovables y llenando con nuestra basura la tierra y el mar, en los 20 años que llevamos del siglo XXI deberíamos, al menos, reconocerlo y cada uno, según su ámbito de acción, haber cambiado para ubicarnos del lado de la vida.
Hay mucha gente que lo hace, afortunadamente, pero los datos y cifras indican que es mucha más la que sigue dañando la vida.
Si bien repetir datos no lleva a ninguna mejora, al menos eso parece, ellos son necesarios para entender la veracidad de lo que estamos hablando. Pero solo reflexionar sobre el tema no sirve de nada. Se necesita la acción.
Veamos. El 22 de agosto recién pasado, fue el “Día de la sobrecapacidad de la Tierra”; en tan solo ocho meses la humanidad ha consumido más recursos naturales de los que el planeta puede producir en un año.
Con una voracidad sorprendente, le robamos a las futuras generaciones – inocentes del asunto – un planeta cuyos recursos también tienen derecho a disfrutar.
Nos guste o no, llegó la hora de modificar la cultura. Los patrones de producción, consumo y desperdicio.
La mayor parte de la cultura de la muerte se produce y consume en algunos países desarrollados, y obliga a la humanidad a vivir en números rojos.
Nos condenan a soportar el incremento en la deforestación global, la pérdida de biodiversidad, el agotamiento de las pesquerías, escasez de agua, erosión y degradación del suelo, contaminación del aire y recrudecimiento del impacto del cambio climático.
Aumentan las sequías, las inundaciones y otros fenómenos devastadores, que matan gente y acaban con hogares, cultivos, biodiversidad.
Pero, ¿qué pasaría si eligiéramos un estilo de vida diferente: uno menos consumista y lleno de objetos innecesarios?
“Menos es más”, dicen los minimalistas.
“Típicamente, la gente adopta el minimalismo en interés de su propio bienestar psicológico: para reducir el estrés y cultivar la claridad mental, por ejemplo,” dice en entrevista con DW (Deutsche Welle, emisora internacional de Alemania productora de periodismo independiente en 30 idiomas) la investigadora principal de un estudio, Aimee Chabot.
“Pero a medida que su práctica evoluciona, sus motivaciones para perseguir el minimalismo a menudo se expanden para incluir fuentes de motivación más externas, como las preocupaciones ambientales o éticas”, agrega.
En su libro de 2014 “Happier People Healthier Planet”, la académica Teresa Belton argumenta que los factores que impulsan el bienestar humano en realidad tienen muy poco impacto ambiental. “Lo que genera y sostiene el bienestar son todo tipo de lo que yo llamo ‘activos no materiales’”, explica a DW.
Sí se puede. Necesitamos unir, vincular el bienestar humano con el planetario, para estar del lado de la vida y encontrar en ello alegría y felicidad.
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Carmen Juncos Biasutto y Ricardo Sossa Ortiz
Editores jefes y Directores de proyectos
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