Vergüenza
Marcello Pignataro [email protected] | Lunes 23 junio, 2008
Marcello Pignataro
Durante el Gobierno anterior (2002-2006) muchas veces critiqué el desempeño de la Asamblea Legislativa de ese periodo. La consideré inoperante, “charraleada” y hasta infantil en algunas ocasiones (¿Recuerdan el ratón de juguete o el zapato escondido?).
Cuando se dio el cambio de Gobierno y, por ende, de Congreso, debo confesar que albergué esperanzas de que se diera un cambio radical en el funcionamiento de este último y que nuevamente volviéramos a tener una Asamblea Legislativa que, casualmente, legislara.
Ya han pasado más de dos años y el Primer Poder de la República sigue enfrascado en una lucha por la aprobación del TLC con Estados Unidos y anuncia la prensa que, al ritmo que van, ven “difícil” que las leyes complementarias puedan estar aprobadas antes del 30 de setiembre, fecha límite que nos dieron los demás países firmantes para tener todo listo.
Me parece inconcebible y motivo de una profunda vergüenza que ni siquiera los diputados que dicen estar “a favor” del Tratado —y que suman en conjunto los 38 votos necesarios para pasar cualquier trámite— se hayan podido poner de acuerdo y que por errores legislativos haya sido necesario enviar dos veces dos proyectos a la omnipotente Sala Cuarta y se hayan perdido, por cada uno, 30 días hábiles (o sea, como mes y medio) de discusión inútil en el Poder Judicial y se vayan a perder 30 más.
Devolviéndome al primer párrafo de esta columna, la única diferencia entre la Asamblea Legislativa 2002-2006 y la actual es que la de ahora no me parece “charraleada”. Los otros dos cariñitos sí se los dejo: esta Asamblea es inoperante e infantil. El hecho de que en más de dos años prácticamente solo se haya discutido el asunto del TLC, sin tan siquiera aprobarlo (dejando de lado proyectos importantísimos como la Ley de Seguridad Ciudadana, por ejemplo), da prueba del primero; el berrinche que armó la fracción del PAC por la salida de Andrea Morales y las exigencias de un diputado, anteponiendo las necesidades personales y las de su comunidad antes de las nacionales, de lo segundo.
Es cierto que no podemos generalizar, pero pagan justos por pecadores.
Si juntamos todo lo que he mencionado y le sumamos el hecho de que todavía no tenemos un Aeropuerto, que la Ley de Concesión de Obra Pública no ha servido para nada, que la Sele no gana ni en PlayStation, que la impunidad de los delincuentes se mantiene, que sigue siendo válido robar —siempre y cuando el valor de lo robado no supere los ¢250.000 —, que por matar la pena es firmar cada 15 días y tener domicilio fijo, que la policía prefiere entregar los criminales a las pandillas rivales para que se encarguen de hacer justicia, que tengamos más de US$54 millones en arcas para un Hospital del Cáncer y que ya no lo quieran hacer porque el papel en que había que presentar la solicitud era amarillo y no blanco, que los barcos de carga prefieren bajar al Canal de Panamá para descargar en Caldera antes que en Moín (a pesar de que tienen que pagar US$400 mil más, en promedio, por viaje)… como que da un poco de vergüenza.
Pareciera que solo a unos pocos es a los que nos da vergüenza.
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