¡Unidad de propósito y unidad de destino para superar la crisis!
Emilio Bruce [email protected] | Viernes 02 noviembre, 2018
Sinceramente
¡Unidad de propósito y unidad de destino para superar la crisis!
Desde la administración de don Miguel Ángel Rodríguez Echeverría hemos vivido una Costa Rica diferente a la que habíamos venido viviendo hasta entonces. Las divisiones y discusiones eternas han sido el rasgo más importante de todo este periodo. Todo se discute, poco se decide. Como secuela de las divisiones, el país ha contemplado paralizado todo proyecto, plan u operación planteada. Obras urgentes se han quedado en el camino. Modernizaciones fundamentales del país se han perdido en el tiempo. Un país que era líder en el desarrollo humano y económico, ejemplo del subcontinente americano, es hoy un país en crisis económica profunda, con índices de desarrollo humano estancados, con discrepancias en todo y acusaciones cruzadas que aparecen diariamente en todos los medios de comunicación y en redes sociales. Discutimos, discrepamos, no decidimos y no ejecutamos.
El orgullo de país construido hoy tiembla en su lecho de gravedad. Un déficit fiscal de origen estructural crece y crece. Los disparadores del gasto no pueden ser atendidos porque las herramientas para doblegarlos son debatidas y adversadas por muchos grupos de interés irreconciliables. La ignorancia juega un papel importante en toda esta discusión. Las consecuencias no se miden, tampoco los recursos disponibles.
La gran deuda pública de los poderes del Estado no puede seguir creciendo. Su atención compromete en exceso del 41% del presupuesto nacional. Las gentes hablan de un déficit fiscal del 8% del PIB, pero se quedan cortos. Si observan con detenimiento, los impuestos alcanzan tan solo para pagar el 46,5% del presupuesto nacional. Más del 53% del presupuesto se paga con nuevos préstamos que cobran intereses. Esos intereses no se pagan con impuestos sino con más préstamos por lo que esos montos enormes al interés compuesto están estrangulando las finanzas de país.
¿Cómo pagamos la deuda pública? Creo que lo primero es generar un superávit presupuestario para que sobre el dinero luego de pagados los gastos, con ese superávit ir pagando la deuda y reducir el peso del servicio de esta sobre las finanzas de país. Cada 1% que aumente el interés en el mercado internacional nos aumenta el gasto en ¢170 mil millones.
Muchos han sugerido la venta de un banco comercial del Estado, del INS, o de la mitad de telecomunicaciones del ICE, otros agregan RECOPE a la lista. Esa sería una manera más rápida de disminuir el peso de los intereses de la deuda. Claro, ante las soluciones se genera la discusión y polarización más seria que puede imaginarse. Nadie quiere vender, nadie quiere menos gasto ni más impuesto.
Después de los intereses de la deuda lo más grave es el conjunto de gastos que se generan automáticamente año con año ligados todos a la remuneración de los empleados públicos. La serie de elementos que componen esa remuneración genera aumentos automáticos que hacen crecer el gasto más aceleradamente que la economía nacional o la recaudación de impuestos. Junto a estos elementos de la remuneración pactada con los funcionarios hay que agregar los gastos por pensiones de Hacienda. Algunos hablan de las pensiones de lujo. Otros hablan de corrupción. La mayoría olvida que el propósito era que las personas que habían dedicado su vida al servicio público, a la educación o a la judicatura, al final de su vida laboral tuvieran una forma de vida digna y acorde con los valiosos servicios prestados en las universidades, en la Corte, en el Magisterio, en los poderes del Estado o en las instituciones autónomas. Allí la generosidad excedió a las posibilidades del país en el tiempo. Ahora en medio de la discusión de quién paga impuestos, todos los propósitos se han olvidado y solo se atribuyen a la corrupción y al argollismo esas pensiones. El país ya no puede seguir contribuyendo a esos regímenes ni pagar salarios con los elementos que muchas administraciones fueron otorgando en buena lid y buena fe a lo largo de los años.
Otro elemento excepcionalmente difícil de manejar y que crece y crece al tenor del aumento del producto nacional es la contribución que por ley debe darse al Fondo Especial para la Educación Superior. En un presupuesto que es financiado con préstamos en exceso del 53%, la contribución a ese fondo impacta el crecimiento de la deuda pública, porque esos recursos no son producto de impuestos sino que su origen está en el financiamiento internacional.
Sin claridad y unidad de propósito ni unidad nacional de destino será imposible cambiar las cosas y dar soluciones racionales a problemas serios que pueden costarle la vida democrática al país. Sin claridad de lo que queremos, divididos en una variedad de archipiélagos en los que cada quien jala para su saco y tiene su propia visión y su propio interés, las cosas no avanzarán.
Los costarricenses han estado buscando chivos expiatorios desde hace décadas para atribuirles la responsabilidad y la culpa de lo que hoy sufrimos. ¡La culpa es de la corrupción! ¡Fueron los políticos del bipartidismo! ¡Es el neoliberalismo! ¡Si hubiéramos seguido siendo socialistas democráticos! En resumen los ricos y los políticos son los culpables, pero curiosamente todos quieren meterse en política y nadie quiere ser pobre.
¡Unidad de propósito y unidad de destino! Eso de señalarse y echarse las culpas debe cesar. Eso de buscar que otro cargue con mi responsabilidad debe concluir. Fuimos responsables todos, los gobernantes gastones, nuestras ilusiones de ser muy solidarios y generosos que excedieron nuestras posibilidades y los que los elegimos a pesar de que sospechábamos que lo hecho no era sostenible en el tiempo.
Todos hemos sido responsables de lo que vivimos, ahora a construir soluciones y parar la discusión. Ahora debemos hacer un enorme esfuerzo por cerrar filas y dejar de señalarnos. Ahora debemos sumar esfuerzos y sumar capacidades para sacar el país adelante. Todos debemos ser parte integral de la solución y no esquivar nuestras responsabilidades personales y tributarias.
¡Que Dios siga bendiciendo a Costa Rica, el abismo ya está encima!
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