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COLUMNISTAS


Una vez más, soluciones diferidas mientras el país se cae a pedazos

Carlos Camacho [email protected] | Martes 11 abril, 2023


La gestión económica de la Actual administración es un profundo y abismal misterio. Un hervidero de incertidumbre económica y jurídica.

Cierto, el panorama económico mundial está en medio de una tormenta llena de diversas amenazas al equilibrio político y al desarrollo económico. Aún así, no podemos seguir procrastinando acciones urgentes para los tomadores de decisiones de negocios en el país.

Los empresarios y profesionales liberales estamos acostumbrados, en el ejercicio de nuestras funciones, a asumir y administrar el riesgo inherente a la incertidumbre jurídica, económica y de mercado. Pero aún así, no es aceptable seguir viviendo en medio de dos vertientes de incertidumbre, como lo único cierto con lo que contamos.

Por una parte, un colón costarricense que sigue inexplicablemente apreciándose respecto al dólar y el euro y genera estupor en todos. Se escucha en las calles, a quienes saben y a quienes no, el preguntarse hasta cuándo y a qué precio llegaremos a soportar esta condición agravada ya por varios meses, desde que el Banco Central quiso parar el pánico de un dólar a setecientos colones.

Ese fue el punto de giro de la moneda, sin que ocurrieran cambios en la estructura económica productiva del país, más que en los hábitos de consumo de los agentes económicos con condiciones que estimulan los bienes importados y el turismo internacional, en franco detrimento de los bienes y servicios de producción local, cada vez más caros por una inflación por mucho superior que el valor publicado y reconocido en las limitaciones de una canasta básica.

La producción nacional es cada vez menos competitiva y se enfrenta a una competencia de bienes importados cada vez más baratos, artificialmente, por la condición del tipo de cambio.

Esta situación amenaza también la capacidad de exportar bienes de manera competitiva, pues las estructuras de costos locales son cada vez más onerosas, por el temporal fortalecimiento artificioso del colón costarricense.

Los servicios, en particular el turismo local, también están más caros, restándole competitividad al país como destino turístico.

El problema del fenómeno viene a mediano y largo plazo… Los exportadores de bienes y servicios, una vez que pierden su capacidad de producción sufrirán para recuperarse. No es como que mágicamente todo se reestablece cuando se remedie el tipo de cambio. Entre más tiempo pase, mayor será el riesgo de cierre de sectores críticos para la producción nacional, tanto para exportación como para el consumo interno.

La posibilidad de que empresas y empresarios cierren fuentes de riqueza es una amenazas real, concreta e irreversible, de sostenerse esta artificiosa política monetaria más allá de los nueve meses que lleva hasta ahora.

Desde una perspectiva de percepción popular, al menos los combustibles se han abaratado. Aun así, esto no ha conllevado una contención del proceso inflacionario. Una contradicción estructural, ya que no se pone de manifiesto el planteamiento del equilibrio económico, al menos en este factor crítico de la cadena de valor.

Tenemos aunado al fenómeno descrito, que conviene poco a la estructura productiva y de empleo nacionales, un segundo aspecto de equivalente peso relativo en el manejo de la incertidumbre legal. El Sí y no, el tal vez… El no sé cuándo. El no sé cómo que ha denotado el Ministerio de Hacienda y su cacareada reforma fiscal.

Desde el gobierno anterior, con base en ocurrencias, unas más erradas que otras, se anunció la necesidad de realizar cambios sustanciales en el sistema tributario. Una materia que, además de ser siempre odiosa, se empeora cuando es acompañada de falta de seriedad de los jerarcas del Ministerio de Hacienda.

El actual ministro anunció que para enero de este año presentaría el proyecto integral de renta global. Luego de varios resbalones tácticos que destiñeron su seriedad y la de su cartera, volvió a anunciar que sería en el mes de marzo pasado cuando presentaría el proyecto.

Además, como veleta, anunció que incluirá un elemento adicional: El improvisado tema de gravar los rendimientos pasivos de las inversiones en el extranjero. Una inclusión reactiva a la entrada en la lista de paraísos fiscales de la Unión Europea debido al tratamiento de rendimientos de este tipo en la Ley actual, sin considerar la sentencia de la Sala Constitucional al respecto.

Un ministro de hacienda debe aportar, cuando menos, credibilidad, que por supuesto es cuestionable ante las reiteradas pifias del actual jerarca. A esto se le suma su procrastinación.

Es agobiante la toma de decisiones para los agentes económicos, cuando el nivel de incertidumbre de los contenidos de la supuesta reforma y sus efectos es altísimo. Complica el proceso de toma de decisiones de mediano y largo plazo.

La incertidumbre global, acompañada por una mala política económica que nos lleva a incapacidad competitiva, con la suma de una reforma fiscal múltiplemente anunciada pero sin materializar son condiciones no propicias para la reactivación de la economía, que tanto urge para atacar el desempleo y el desmejoramiento social que ya cobra vidas a diario en las calles de nuestro país, consecuencia de la descomposición social.

Necesitamos una agenda clara y distinguible por parte del Poder Ejecutivo. Debe dar pasos que resuelvan, bajar la campanas electorales y electoreras para entrar a los últimos tres años de su Administración.

De momento, aparte de palabras, no tenemos nada más. Ya es hora de concretar las acciones que nos permitan tomar las decisiones de hacer empresa, generar riqueza, disminuir desempleo y crear condiciones de mayor equidad social, para poder tener la Costa Rica que todos añoramos, para nosotros y las futuras generaciones.

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