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Una nueva era política

Emilio Bruce [email protected] | Viernes 06 abril, 2018


Sinceramente

Una nueva era política

Al concluir el sonido de pitoretas, de vivas y el agitar de banderas, este domingo 1° de abril próximo pasado, comenzaron a surgir los resultados de la elección presidencial de la segunda vuelta.

A eso de las ocho y cuarto de la noche, el TSE sorprendió a la ciudadanía con su excepcional eficiencia dándoles a los electores en su primer corte un poco más del 90% de las mesas escrutado. Don Carlos Alvarado surgió como el innegable ganador con más del 60% de los sufragios emitidos a su favor. La algarabía se silenció luego de un primer rugido y con sensatez y sin triunfalismos los pueblos de esta República acogieron los resultados.

Don Fabricio Alvarado pronunció un excelente discurso de aceptación de la derrota y palabras positivas de colaboración con el nuevo gobernante para construir una Costa Rica mejor.

El discurso de la victoria de don Carlos Alvarado fue de profunda consecuencia institucional. Sus palabras fueron marco para la colaboración entre el Poder Ejecutivo que preside y los partidos políticos y las bancadas legislativas de las cuales el futuro éxito de su gobierno dependerá.

El proceso electoral fue transparente, fluido y sin violencia especial. El país presenció una demostración de eficiencia en recepción y en recuento de los votos. Sí fueron claras y manifiestas las pasiones desatadas por la discusión sobre el matrimonio igualitario y los derechos humanos y civiles ratificados por la sentencia de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos.

El país votó por un cambio en el paradigma político y un grupo numeroso de figuras políticas que dominaron la escena del país por años y años pasó al retiro. El país votó por la democracia y la libertad. Costa Rica votó por el civilismo, la justicia social, el estado de derecho, el respeto a la condición de las diferentes personas que nacidas con una condición no tienen posibilidad de escoger sobre ella.

Los ciudadanos costarricenses votaron claramente para que la religión no intervenga en la política, para que los dirigentes de las iglesias protestantes del país, seglares de acuerdo a la sentencia de la Sala IV de 2014, así como las autoridades de la Iglesia católica del país, no vuelvan a pensar siquiera en meterse en política y menos tratar desde el púlpito de influir en la administración del país o en la dirección del Estado. La elección generó un rotundo no a las pretensiones de algunos de volver el reloj al pasado y tener a la religión aunada con el poder político administrando las decisiones de país de manera conjunta.

Los electores en la primera ronda habían distribuido el poder legislativo entre muchos diferentes partidos. Los electores enviaron a los partidos y a sus diputados la señal clarísima de que era su deber conciliar, concertar y crear consensos ya que nadie tendría mayoría parlamentaria. El Poder Ejecutivo habla de un gobierno de unidad nacional y los diputados se aprestan a analizar proyectos conjuntos. El país trascendió la discusión y la disputa del bipartidismo y la truculencia de poner zancadillas y demorar aprobaciones. Vamos hacia otra era, esta será una transición pero no nos conducirá de nuevo a la cansina y estéril discusión política de la reforma social de los años 40 o la nacionalización bancaria de aquella época. La Guerra Civil de 1948 ya no será motivo de polarización política del país. Las discusiones entre calderonistas y figueristas han concluido excepto en las clases de historia. Las clasificaciones de socialcristianos y socialdemócratas para aquellos contendientes de entonces habían perdido todo significado práctico. Ahora todo eso y aquello ha sido superado. Nos adentramos en aguas desconocidas pero con la visión puesta en el futuro no en lo que hicieron o dejaron de hacer los personajes del pasado.

Esta sustitución de una clase política y de un paradigma ha sucedido muchas veces en la historia del país. Don Ricardo Jiménez Oreamuno, cuyo prestigio y clara inteligencia iluminaron junto a don Cleto González Víquez una época maravillosa del desarrollo de Costa Rica, entregó la estafeta a don Rafael Ángel Calderón Guardia y a don José Figueres Ferrer. Hoy los sucesores de aquellos próceres entregan la estafeta a un joven de 38 años, con dos maestrías de magníficas universidades británicas y una envidiable experiencia legislativa, en las instituciones autónomas y en el ministerio de trabajo. Un traspaso del poder por razones generacionales, de visión de futuro de aspiraciones de país está en proceso. Una era está en el ocaso y otra en la aurora de su existencia.

Queda ahora ayudar a don Carlos Alvarado a gobernar y a lograr el mayor número de acuerdos. Nos toca en estos años por venir impedir que se estorbe su labor y se materialicen los acuerdos. El país escogió y su escogencia tiene aires definitivos y fundacionales.
Los insto a todos a dar todo por la patria. Costa Rica es la patria de todos, nuestro hogar común y la patria siempre es primero.

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