Una guía para innovar y no morir en el intento
Carlos Morales Navarro [email protected] | Martes 20 junio, 2023
Carlos Morales
Socio
Grupo Camacho Internacional
En mi experiencia profesional me ha tocado ser el que invita al cambio. Desde más o menos hace quince años que estoy en el día a día invitando a cambiar, innovar, a modificar la manera en que se hacen las cosas y sin siquiera darme cuenta de ello.
En aquel lejano 2009, cuando lo más innovador era tener una página de Facebook – en ese momento un perfil como el de las personas –para una empresa o proyecto, me estrellé de frente con la innovación y, sobre todo, con lo difícil que es para el ser humano el cambio.
Recuerdo cuando proponía algo distinto, diferente al “como se ha hecho siempre” y veía cómo algunas veces sí, pero, sobre todo, muchas otras no me “daban pelota.”
Descubrí cómo era bueno o adecuado cambiar o innovar, pero siempre dentro de un marco “normal,” nada de ideas abruptas que asusten al cliente o que lo hagan dudar sobre nuestro “profesionalismo y responsabilidad”. ¡Qué complicado!
Innovación era una palabra que poco se usaba en aquellas fechas, aunque ejemplos de grandes innovadores existen desde el principio de los tiempos. Ahora más bien se convirtió en una de esa buzzwords que las usan tanto que hasta contenido pierden.
Y así, poco a poco fui haciendo paz con aquellas “batallas” de cambios que no lograba ejecutar, y descubriendo, en primera persona, tácticas o maneras que lubrican esa necesidad de cambio.
La innovación me llevó a dar un giro en mi carrera y hace unos cinco años me topé en la misma dirección con Grupo Camacho Internacional. Luego de más de siete años de ser su proveedor, descubrí en GCI el espacio adecuado para innovar y aplicar lo aprendido en la calle, ya mucho más aterrizado.
Desde el lanzar un software como servicio por la reforma fiscal del 2018 hasta simples y pequeños ajustes en nuestros procesos internos operativos o administrativos. La innovación se oficializó como pan de cada día y gracias a un buen grupo de gente, pero sobre todo a muchísima paciencia hoy vemos cambios muy positivos a lo interno y lo externo de la compañía.
Tal como me sucedió con mis conocimientos en administración, donde la calle me enseñó primero que la maestría, en innovación sucedió exactamente lo mismo. “Echando a perder aprendí” y ahora, gracias a un programa conjunto entre nuestra red profesional HLB y la Universidad de Cambridge formalicé algunos conocimientos sobre innovación que la experiencia ya me había enseñado y que, por supuesto, me gustaría compartir con usted.
Y es que hablar de innovación y de “echar a perder se aprende” es casi que hablar de sinónimos, ya veremos... ¿Listo para una pequeña guía para innovar?
Lo que sigue a continuación es una mezcla entre el conocimiento de calle, adquirido en todos estos años y una serie de exposiciones espectaculares de los profesores de Cambridge Allégre Hadida, Matthew Jones, Cath Bishop y Jeremy Hutchinson-Krupat; así como del autor de Harvard Business Review, Greg Sattell, quien escribió un excelente artículo titulado “Para implementar el cambio, no necesita convencer a todos al mismo tiempo.”
Empecemos por definir innovación.
Como lo he dicho en otros artículos, para hablar realmente de innovación debemos sacar de nuestras cabezas la tecnología. Lo sé, es la conexión automática, pero innovación va muchísimo más allá de la implementación tecnológica.
Pensar o definir innovación es pensar en algo nuevo, que agrega valor y que es, efectivamente, ejecutable.
Si revisamos la línea anterior encontramos múltiples elementos subjetivos: Qué es nuevo, cuán nuevo es algo nuevo, qué significa que agrega valor, para quién agrega valor…
Y uno completamente objetivo: Que sea realmente ejecutable.
Es decir, innovar es llevar ideas nuevas a la acción.
Por lo demás, permítase a usted y a su equipo la subjetividad deseada.
¿Qué valor desea agregar? Defínalo.
¿Qué es algo nuevo para usted y su organización? Defínalo.
¿Está procurando una innovación interna o externa?
Defínalo, defínalo, defínalo.
Innovar para una micro o mediana empresa será muy distinto que para una gran empresa. Por eso mi insistencia en que usted y su equipo son quienes deben definirlo.
Lo importante es definir: ¿Qué problema quiero resolver?
Enmarque ese proceso de trabajo, ese taller o esa encerrona de innovación. Mejor aún, esa práctica continua en su negocio.
Innovar no es necesariamente salir con la nueva plataforma colaborativa o descubrir un modelo de negocio absolutamente nuevo. Es más bien, cambiar sus procesos para lograr una mejor operación, ofrecer nuevas líneas de servicios o tantear con nuevos canales y modelos de atención a su cliente.
Defina ese problema, identifique cómo pretende evaluar las posibles soluciones y manos a la obra.
Aventúrese a implementar una cultura de innovación.
Genere comités, grupos que se reúnan para discutir y plantear otras maneras de hacer las cosas. Establezca políticas, canales para recepción de insumos e ideas de innovación. Premie.
Haga del pensamiento innovador un elemento transversal del trabajo que se ejecuta en su empresa, de cada puesto en su línea de producción, de cada colaborador en el área administrativa. Nosotros en GCI, espero, vamos hacia allá.
Eche a perder. Sin miedo. Esto es dificilísimo cuando en el día a día nos exigimos excelencia. Cuando innovamos, debemos comprender que parte del proceso es intentar, probar, fallar, cambiar.
Estar atentos a las oportunidades de mejora y a los aprendizajes que trae cada fallo. Cuidado, no estoy diciendo que permita el fallo y los errores solo porque sí. Lo que estoy planteando es algo muy distinto.
En ese marco de innovación, de probar ideas nuevas, de cambiar la manera en que hacemos algo en el negocio, debemos comprender que la idea o proceso propuesto puede tener sus fallos, puede tener oportunidades de mejora o puede, inclusive, llevarnos de regreso al punto inicial.
Innovar es un camino cambiante, que en más de una ocasión se convierte en una rotonda.
Por eso, el profesor Hutchinson-Krupat planteaba la dicotomía entre eficiencia e innovación. Yo sigo masticándola, tratando de tomar una posición de si estoy o no de acuerdo, pero la explico por aquí para compartir el pensamiento.
Hutchinson-Krupta explicaba que la innovación y la eficiencia tienen características muy disímiles. Incluso discutíamos si innovación y eficiencia son contrarios en una organización.
Mientras que al hablar de eficiencia nos referimos a tareas especificas y reglas, trabajo estandarizado, especialización, estructura y procesos, métricas claras y optimizaciones; al pensar en innovación pensamos en creatividad, tolerancia al fracaso, procesos horizontales, perspectivas diversas, experimentación y colaboración.
Distintos, ¿no?
Mi duda sobre aceptar esta verdad viene de la experiencia y de mi cabeza estructurada – desestructurada.
Para lograr algo, un verdadero cambio, requerimos de un marco, un programa, una guía, un modelo. Una estrategia que nos permita innovar correctamente y eso, para mí, es buscar la eficiencia. Si no, innovar sería sentarse a fumar lo que a usted mejor le convenga, a esperar a que la inspiración llegue y no hay nada más distinto que eso.
Para innovar debe construir el modelo que a usted y a su organización le sirva. Quizás sean reuniones mensuales o quincenales, quizás sea instaurar un comité de innovación, quizás sea empezar por un simple buzón de ideas. En cada empresa será distinto, pero con gusto podemos revisarlo juntos.
Por último, decía al inicio que choqué de frente con lo difícil que resulta el cambio para los seres humanos. Todos, absolutamente todos, por naturaleza nos opondremos al cambio, nos opondremos a salirnos de lo que estamos acostumbrados. Por eso me gustó tanto el texto de Sattell en Harvard Business Review.
Él plantea algo que parece lógico, pero que pocas veces aplicamos.
Antes de ir contra la corriente, antes de chocar de frente contra toda una organización con poca disposición a cambiar, busque convencer apenas a unos pocos.
Identifique los individuos que, por afinidad o conocimiento, estarían más dispuestos a acompañarle a usted en ese proceso de cambio. Plantéense un experimento, modifiquen sus modelos de trabajo o empiecen pequeños programas distintos.
Quizás sienta que está teniendo poco impacto, pero eso tiene sus ventajas.
Si fallan, el proyecto no estará destinado al fracaso, simplemente es cuestión de pasar la página e intentar de nuevo, pero si lo logran, si efectivamente el cambio vale la pena, tendrán una excelente historia de éxito.
Vender un éxito es mil veces más sencillo que cambiar a una organización.
La próxima vez que quiera cambiar cómo se hace un reporte, júntese con dos o tres de sus compañeros, trabajen el entregable y preséntenlo. Demuestren cómo es más sencillo y fácil de ejecutar que el tedioso trabajo que hacían hasta entonces. Verá que poco a poco ganarán adeptos.
Los pequeños cambios, los pequeños pasos casi imperceptibles son los que logran modificar a las organizaciones en el largo plazo. Empiece mañana. Por algo siempre dicen que Roma no se construyó en un día.
¿Innovamos juntos?