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Trump y su guerra comercial contra China, Canadá, México y la Unión Europea

Emilio Bruce [email protected] | Viernes 22 junio, 2018


Sinceramente

Trump y su guerra comercial contra China, Canadá, México y la Unión Europea

Nunca el proteccionismo ha generado más que la degradación de la producción interna del país que erige barreras arancelarias en contra de la competencia. Nunca la protección generó empresas más fuertes, seres humanos más diestros e independientes en sus actividades productivas. Nunca el proteccionismo logró que los países, las empresas o los emprendedores establecieran con claridad qué mezcla de producción era en definitiva la que les convenía, ni en qué áreas de la producción, de la tecnología o de la investigación debían centrar esfuerzos y atención.

La competencia en un mercado abierto ofrece las mejores señales e indicadores de lo que será el futuro y de lo que ya es pasado en la producción y el empleo. El proteccionismo degradó la producción de Gran Bretaña. El libre comercio hizo crecer a Estados Unidos, Austria, Alemania y Bélgica de manera impensable luego de la destrucción de la Segunda Guerra Mundial.

Los altos costos internos en los Estados Unidos los hicieron adoptar la apertura comercial de sus mercados para así importar las piezas y componentes o finalmente los productos que ellos no podían producir a los costos que otras naciones lo hacían. Sus empresas invirtieron en el extranjero para poder vender en el mercado nacional de los Estados Unidos de manera competitiva frente a otras importaciones. Así se preservaron las empresas norteamericanas, que de otra manera se habrían acabado.

La Unión Europea, la mayor economía del mundo, se constituyó como un libre mercado para los integrantes, para potenciar su producción y su empleo. El libre comercio ha transformado a China en la mayor economía nacional del mundo habiendo superado a los Estados Unidos como tal. Produce todo lo que en esa actividad o industria es competitiva. No desperdicia recursos protegiendo actividades que no lo son. No distrae esfuerzo ni pensamiento en tratar de sostener actividades en las que ella sabe no estuvo su desarrollo en el pasado y no lo estará en el futuro. China ha creado cadenas de competitividad en las que una actividad competitiva es escalón para otras. La búsqueda de la excelencia y la competitividad es una forma de vida allá.

El Presidente de los Estados Unidos pretende reindustrializar a su país poniendo aranceles a varios productos. Error de errores. Impuestos a la importación de componentes de aluminio y aceros industriales harán a los productos fabricados con ellos menos competitivos. Gravar productos de consumo hará que los salarios deban subir para permitir el consumo de los mismos y la mano de obra saldrá de competencia. Gravar el aluminio de aviones y el acero de los automóviles hará a sus industrias que utilizan los mismos no competitivas en el mundo. Forzar la rentabilidad de actividades a base de proteccionismo desviará recursos de las competitivas y sus productos reducirán la competitividad del resto de la industria en una cadena viciosa.

Una guerra comercial contra China que junto a Japón y Alemania son las tres economías que financian al gobierno norteamericano comprando deuda soberana en grandes cantidades es un error estratégico. Entrar en guerra comercial con quien produce lo que Estados Unidos no fabrica es encarecer la importación y cargar a los norteamericanos con precios altos, y si los salarios suben harán aun menos competitiva la producción del país.

Las guerras destruyen y la subida de aranceles despedaza la claridad en los planeadores económicos de las empresas domésticas de los Estados Unidos. Hacer que el “rust belt” o el cinturón del herrumbre vuelva a ser una pujante franja geográfica industrial siderúrgica a punta de encarecer los productos importados carece de sentido en el mundo actual. Invocar razones de seguridad para imponer aranceles a la importación de componentes desde Canadá, México, la Unión Europea o Japón es un contrasentido, ya que esos son los aliados de los Estados Unidos. Todos, incluso Costa Rica, perderán con estas maniobras sin sentido.

Los aranceles y el proteccionismo acelerarán la decadencia industrial de ese país. El proteccionismo restará estímulo a la investigación de formas mejores y más competitivas de producir y vender. El camino fácil y rapidito llevará a peores cosas, no a la superación.

Nunca el facilismo ayudó al desarrollo de país alguno. La autarquía nunca generó comparativamente el desarrollo de una apertura comercial. Quienes sueñan con mercados protegidos no están bien informados de las consecuencias de tal protección.

Todos saldremos perjudicados con esta guerra. Si los Estados Unidos se sumen en una crisis debemos recordar que ellos nos compran cerca del 38% de nuestras exportaciones y si sigue su vocación proteccionista estas también se verán afectadas en algún momento. Si China es perjudicada, nuestro socio comercial dejará de comprarnos y dejará de invertir en el país. Si la guerra se proyecta hacia otros países como la Unión Europea, las cosas podrían empeorar.

Para Costa Rica esto podría ser trágico. Nuestro mercado de cuatro millones ochocientos mil consumidores es incomparablemente menor que los dos mil quinientos millones de consumidores que habitan en los países con quienes tenemos libre comercio. Nunca es lo mismo producir para el mercado chico que para el mercado inmenso. Empleo, inversión, productos diversos verán serias limitaciones. El proteccionismo nos reducirá nuestras oportunidades en el campo económico, social y en el humano.

El proteccionismo es un enemigo feroz que va minando las economías de manera silenciosa y de manera constante. Espero que la sensatez prive y que estas medidas no nos lleven a la gran crisis de empleo, inversión y comercio que el proteccionismo generó en 1929.

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