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Tratando de ser hombres

Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 01 marzo, 2010



Tratando de ser hombres


Si el ser mujer a finales del siglo XIX consistía en cumplir con una serie de roles establecidos socialmente, estos fueron variando sustancialmente década tras década. Los movimientos de emancipación femenina, sustentados por estudios científicos, desataron una dramática revolución en la identidad femenina. Las mujeres se reinventaron.
Durante los últimos 50 años los hombres se han visto obligados a asumir una serie de tareas antes típicamente femeninas pero no han construido una nueva identidad masculina. La sociedad no los ha ayudado a reinventarse.
La masculinidad sigue sostenida sobre cuatro pilares casi prehistóricos: diferenciarse de las mujeres hasta el punto de repudiar cualquier aspecto femenino; tener dinero, poder o status; controlar las emociones y ser fuerte, valiente y agresivo.
Como no es fácil —cuando no imposible— cumplir con estas características, muchos hombres sufren depresiones y crisis de personalidad.
Si hasta hace poco los estudios de género se centraban solo en el desarrollo social de las mujeres, hoy sicólogos, antropólogos, sociólogos, historiadores y médicos han comprendido la importancia de buscar los pilares de una nueva identidad masculina.
En la Universidad de Dusseldorf, el doctor Mathias Franz acaba de dirigir un congreso titulado “Nuevos hombres, ¿es necesario?". El especialista en medicina sicosomática está convencido de que ciertos problemas de salud pública que afectan más a los hombres que a las mujeres —como el índice de suicidios, la tasa de infartos y la expectativa de vida— se deben a una crisis en la masculinidad.
Alemania no posee una cultura particularmente machista: si los hombres alemanes se sienten inseguros en esta nueva sociedad, ¿cómo se sentirán los latinoamericanos?
Los hombres jóvenes ¿tienen acaso modelos masculinos para orientarse? Enfrentados a mujeres cada vez más capaces que logran graduarse en mayor medida que ellos y que arriban a las filas laborales mejor preparadas, los hombres necesitan construir un nuevo referente de masculinidad.
Es lamentable que tanto los hombres como las mujeres estén aún aferrados a la definición masculina de cero feminidad, cero emociones, todo el poder y toda la fuerza.
Muchos hacen su mayor esfuerzo para mejorar sus relaciones afectivas como padres, parejas, amigos e hijos. La sociedad no siempre los ayuda; por ejemplo no hay licencias de paternidad como sí las hay para maternidad.
Algunos —en su afán de demostrar su hombría e irritados por no ser los dueños de sus compañeras— recurren a la violencia. En lo que va del año siete mujeres han sido asesinadas por sus parejas. Ultimamente los femicidios se han cometido en cualquier lugar, a cualquier hora, ante testigos. De nada parecen servir las medidas cautelares o que las víctimas se refugien con sus familias.
Para evitar estas tragedias, las mujeres amenazadas deben ser protegidas de manera más eficaz y los hombres que las agreden deberían ser atendidos sicológicamente de inmediato.
La reeducación en estos casos puede ser de gran utilidad para todos los protagonistas de estas historias.
El feminismo que liberó a las mujeres de sus roles tradicionales también puede permitir la liberación de los hombres. Es tarea de todos que así sea.

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