Transformando el futuro de la región con más mujeres en educación superior
Jaime García [email protected] | Miércoles 13 marzo, 2024
Jaime García
Incae
La educación superior o avanzada es esencial para el progreso social y competitividad de los países, impactando no solo en el crecimiento económico, sino también impulsando sociedades más equitativas y sostenibles. En ese sentido, es crítico abordar la importancia de que las mujeres accedan a la educación superior, dada su influencia no solo en la igualdad de género sino también en la capacidad innovadora y de crecimiento de una nación. Sin embargo, la situación actual en la región, reflejada en los datos del Índice de Progreso Social (IPS) y su componente de Educación Avanzada, evidencia un panorama diverso y lleno de desafíos.
Situación Actual
El IPS, que considera 170 países, utiliza un indicador llamado “Mujeres con educación avanzada” que evalúa la proporción de mujeres (ajustada por edad) con 12-18 años de educación. En este indicador nuestros países se encuentran en las siguientes posiciones a nivel global: Costa Rica en el 94, El Salvador en el 118, Panamá en el 57, Guatemala en el 135, Honduras en el 131, Nicaragua en el 125; tomando como referencia a México en el 109, y al mejor de América Latina que es Chile posicionado en el 49, se ve que en general la región está rezagada. En contraste, nuestro principal socio comercial, los Estados Unidos, se sitúan en la posición 5, marcando un estándar de referencia en cuanto a la inclusión educativa de las mujeres
Desafíos y Oportunidades
El rezago que muestran los datos son resultado de los múltiples desafíos que enfrentan nuestros países en su esfuerzo por mejorar el acceso y la calidad de la educación superior para las mujeres. Entre estos retos se destacan las barreras culturales y sociales, marcadas por estereotipos de género que restringen las aspiraciones educativas y profesionales de las mujeres, especialmente en áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM). Además, la infraestructura educativa inadecuada y las preocupaciones sobre la seguridad en el trayecto hacia las instituciones educativas representan desafíos adicionales que desmotivan la participación activa de las mujeres en la educación terciaria.