“Tasa rosa” cercana a la extinción
Marilyn Batista Márquez [email protected] | Martes 11 agosto, 2020
Entre pandemia, protestas y alza vertiginosa en desempleo, hemos olvidado prestar atención a problemas cotidianos que afectan la economía –en este caso, la de las mujeres–y que a su vez es una discriminación por razón de sexo, como la “tasa rosa”, que todavía se aplica en Costa Rica y que poco a poco países en el mundo, como Estados Unidos, Reino Unido, Francia y España, han limitado o eliminado.
La “tasa rosa” es la diferencia de precios en bienes y servicios basada en el género de la persona consumidora. De acuerdo con la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM) el impuesto se puede encontrar en todos los productos, pero los más grandes se registran en los artículos de higiene personal. Un ejemplo claro, que pueden evidenciar en cualquier tienda o supermercado, es la diferencia en precio entre una rasuradora desechable dirigida a las mujeres (generalmente rosa o violeta) y la de hombres (en negro o azul oscuro). El mismo artículo, con las mismas características, excepto el color, puede costar hasta un 100% más cuando es dirigido a las mujeres.
El expediente N.° 21.171, proyecto de ley que añade un párrafo final al artículo 2 y un inciso n) al artículo 12 de la Ley de Promoción de la Competencia y Defensa Efectiva del Consumidor, ley n° 7472, pretende la prohibición de discriminación en precios de venta basada en género.
El proyecto, que es apoyado por las y los diputados de diferentes fracciones, Franggi Nicolás Solano, Sylvia Patricia Villegas Álvarez, Nielsen Pérez Pérez, José María Villalta Flórez-Estrada y Shirley Díaz Mejía, presenta en su introducción varios estudios, nacionales e internacionales, que brindan una noción del impacto de este tipo de discriminación económica.
Algunos podrían argumentar “que las mujeres compren las afeitadoras azules y no las rosas”, pero es importante aclarar que más allá del gusto o preferencia del consumidor por determinado producto, se trata de erradicar una discriminación arbitraria de carácter económico basado en el género, que según la Convención sobre la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer (por sus siglas en inglés, CEDAW), es una distinción, exclusión o restricción que como resultado menoscaba o anula el goce o ejercicio por la mujer -sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer- de las libertades fundamentales en la esfera económica.
Pero si todavía no le convence este argumento, los siguientes podrían sorprenderles:
En Costa Rica las mujeres pagamos hasta ¢5.000 adicionales en la compra habitual de cremas para el cuerpo, jabones, pañales para adultos, desodorantes ¡e incluso medicamentos! y otros productos que como usuarias adquirimos al menos una vez al mes. En promedio, las mujeres pagamos un 7% más que los varones por productos similares.
En el caso de España, un estudio en cargado por la Conselleria de Economía de la Comunitat Valenciana, concluyó que el 74 % de los perfumes de la misma marca son más caros en su versión femenina. También hay diferencia -entre un 3% a un 12% más caro- en los zapatos, relojes y hasta juguetes para niñas, en comparación con el mismo objeto para varones.
En Estados Unidos, la revista Forbes calculó que en el 2014 la “tasa rosa” le costó a las mujeres en este país más de 1.300 millones dólares al año.
En Francia, el estudio del grupo feminista Georgette Sands demostró que algunos productos para mujeres, iguales en versión masculina, costaban hasta un 75% más.
Todos los países anteriormente mencionados crearon proyectos para eliminar, o reducir considerablemente, esta brecha de precios.
El proyecto de Ley en la corriente legislativa de Costa Rica, dentro del Artículo 12, Prácticas Monopolísticas Relativas, impediría en su nuevo inciso (n) “la venta de cualesquiera dos productos de consumo del mismo fabricante o servicios de consumo, que sean sustancialmente similares si dichos productos o servicios tienen un precio diferente en función del género de las personas para quienes los productos o servicios son destinados, comercializados”.
Si se aprueba el proyecto de ley, los productos dirigidos a las mujeres, con sus respectivos distintivos femeninos, seguirán produciéndose por decisiones de marketing, basadas en estereotipos, pero deberán costar lo mismo que los dirigidos a los hombres, si mantienen básicamente las características. Lo anterior no limita ni restringe que la consumidora, por capricho, gusto, preferencia y poder adquisitivo sea libre de comprar lo que desee, del color y la forma que quiera. Tal es el caso de la conocida “socialité” Paris Hilton, que antes de sacar su auto de la agencia, mandó a pintar de rosa su Bentley Continental GT, por el que pagó más de 200 mil dólares.
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