Sinceramente
Emilio Bruce [email protected] | Viernes 01 septiembre, 2023
¡El bien de Costa Rica!
Así como los miembros de una familia se preocupan por mejorar su hogar, su casa de habitación, sus muebles y cacharros, sus aparatos eléctricos y la decoración del lugar que es su residencia común, de igual manera los costarricenses debemos mostrar interés, respeto, educación y compromiso en edificar un país digno para nosotros y para las generaciones del mundo del mañana. Así como el respeto sembrado por padres y abuelos entre hijos y nietos desarrollaron un sentido de superación y de común objetivo de vivir mejor, los costarricenses debemos buscarlo también en el panorama más amplio de nuestras comunidades y de nuestra nación.
Ninguno de nosotros desea dejar a quienes le sucedan una casa en ruinas, muebles dilapidados, paredes con la pintura arruinada, techos llenos de goteras y pisos con las bases podridas. Todos nosotros deseamos siempre dar a los que nos suceden una mejor base que la que nosotros tuvimos para progresar en la vida. Algo bueno y valioso, algo mejorado, algo que despierte en hijos y nietos los mejores recuerdos de los abuelos. Y lo más valioso que deseamos dejar como legado es una actitud de decencia, de tolerancia y de bien para todos los miembros de la familia.
Si estos sentimientos son los que abrigamos en nuestro pecho por nuestro hogar y nuestro legado familiar, con mucha más razón el país y sus instituciones merecen respeto, cuido constante, dedicación, ahínco en nuestras luchas por verlos mejor hoy y dejarlos mucho mejor para el futuro.
Los costarricenses no somos enemigos unos de otros, a veces somos adversarios en nuestra perspectiva de analizar las cosas o en las soluciones que deberemos adoptar para resolver nuestros problemas comunes. Sin embargo, poco a poco al influjo de estrategas políticos, “manos izquierdas” muchas veces foráneos, la atmósfera del país se ha ido envenenando, las palabras poco a poco se han ido tornando crudas e hirientes, las personas más sencillas se han ido empujando al odio, a la violencia, al resentimiento y de manera clara cada vez más a considerar que el modelo político de democracia que hemos vivido ya no es útil a nuestra convivencia, a nuestra vida en común en paz y concordia. Muchos han hecho un esfuerzo monumental por romper la concordia y el entendimiento entre los costarricenses.
Los problemas que hemos enfrentado por décadas, graves como han sido muchos de ellos, no lograron separarnos ni dividirnos. Las luchas electorales y las discusiones entre políticos de pensamientos diferentes, no lograron entonces, pero si lo están logrando ahora, dividir, crear brechas de resentimientos irreconciliables entre nosotros. Es como si unos y otros imposibilitados de derrotar a los adversarios de manera tajante y definitiva, nos hayan propulsado a los costarricenses a buscar la destrucción de las bases, de los cimientos de nuestros modelos, de nuestra administración de justicia, de nuestra forma de hacer leyes o administrar los asuntos de nuestras comunidades. Ante la impotencia de aplastar toman la ruta de destruir el sistema y la sociedad, de acabarlo todo.
Mal hacen quienes minan las bases de la democracia, de la confianza en el sistema y en los funcionarios costarricenses nacidos en nuestras comunidades, tan solo por acabar con la credibilidad política de unos o de otros. De seguir el país por esta ruta, al final todos desacreditados, sin la confianza ni el respeto en quienes gobiernan, en quienes educan, en quienes enjuician y en quienes legislan, se producirá un estallido de violencia al acabarse el camino, y entre muertos y heridos las cicatrices no sanarán en generaciones. Tengo clarísimo que quienes viven en el odio y la confrontación permanente, que quienes propician el mismo, que quienes por lograr sus pasajeros designios políticos destruyen y ahondan divisiones sociales, terminarán pereciendo en ese marasmo después de sumir a Costa Rica en el caos.
¿Qué queremos? ¿Qué buscamos? ¿Qué añoramos alcanzar que nada parece bien a todos y todo parece mal a muchos? No ha sido una estrategia de patriotismo el dividir y llenar de odios a las gentes solo como herramienta de ganar elecciones. No ha sido sino un fiasco de estrategia y una ruta construida para hundirnos en la tragedia. ¿Nadie está parando mientes en la Europa de los años 30s y las luchas políticas extremistas y los odios que barrieron aquellos países? En Costa Rica podría suceder otro tanto.
Aunque cueste debemos todos de reflexionar en serenidad y de manera solemne enmendar todas las cosas que hemos dicho, todas las descalificaciones que hemos pronunciado, todos los insultos que nuestras almas llenas de resentimiento e ira han guardado hasta que nos hemos destapado. La mentira y la desinformación deben de cesar de una vez por todas de manera total.
Todavía es tiempo de recomponer el camino. Todavía es tiempo de enmendar la plana. ¿Corrupción? ¿Dónde están las pruebas y los atestados para comprobar la misma? Sin embargo, seguimos enlodando las honras, el prestigio y ensombreciendo voluntades de servicio a la comunidad con esa cantaleta. ¿Errores, delitos, estafas, defraudaciones? A perseguirlas con la ley en la mano, no con el odio en nuestras almas. Todavía es tiempo de lograr la unidad nacional, de lograr la concordia de los costarricenses, de reencontrarnos con la fraternidad y el entendimiento entre hermanos, entre costarricenses. Un hogar común, una educación similar, una idiosincrasia de paz y de trabajo, y una cultura de tolerancia son el pavimento de la ruta hacia ese gran objetivo nacional de otra vez ser un país y no un cuadrilátero de pleitos continuos y cada vez más violentos sin llegar a nada y sin lograr algo positivo para Costa Rica.
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