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Sinceramente

Emilio Bruce [email protected] | Viernes 18 agosto, 2023


El autoritarismo

Muchos costarricenses querrían que la justicia fuera realmente pronta y cumplida. Muchos costarricenses añoran el momento en el que las leyes sean tramitadas con toda celeridad y sin tantas cortapisas. Todos querríamos más eficacia y eficiencia en el funcionamiento del gobierno y sus centenares de instituciones autónomas y descentralizadas. En realidad, todos queremos más eficiencia en la operación del estado, más rapidez en alcanzar los objetivos y claro está mejores resultados en la administración de los asuntos comunes. Los atrasos en la construcción de la ruta 32 hacen que muchos se sientan en impotencia. Juicios pendientes de resolución de 22 años de duración generan desesperanza y furia.

La tardanza, la lentitud de los procesos burocráticos, y la descabellada tramitología existente nos han hecho pensar con más frecuencia que nunca antes que lo que el país necesita es un “dictador bueno” que mande y ordene y logre el milagro de acelerar los procesos.

Pareciera muy curioso que pocos han pensado que en realidad lo que el país requiere con urgencia es la reducción dramática del número de instituciones y de la concentración fundamental en las funciones primordiales del estado. La dispersión de funciones, la gigantesca planilla del estado, los procedimientos insensatos en vigencia que todo lo entraban deben de ser analizados y transformados debidamente. La solución a atrasos y demoras no es cuestión de un dictador, es cuestión de un buen administrador y un mejor reorganizador. Es fundamental la simplificación junto a la reducción de instituciones muchas de las cuales dejaron de rendir frutos hace años.

Autoritarismo no equivale jamás a eficiencia. “¡Aquí mando yo!” no resuelve los problemas abrumadores de muchas instituciones, muchos ministerios y muchas funciones desempeñadas por todos ellos. Antes que autoritarismo lo que el país requiere es una reforma fundamental del estado. Una reforma fundamental de la tramitología en esas instituciones. Un rediseño de la estructura estatal que permita su funcionamiento ágil y eficaz.

Muchas veces el pensar en las reformas con un gran contenido técnico, legal e ingenieril está mucho más allá de las posibilidades de muchos. Es más comprensible popularmente elegir una persona que mande y ordene que otra que reorganice e ingenierilmente rompa cuellos de botella, elimine procedimientos, descarte leyes y reduzca el amplio espectro de las instituciones del estado. Lo cierto es que las juntas de notables del pasado dejaron formidables recomendaciones que nunca se pusieron en marcha. También se requiere un cambio de actitud y un espíritu de urgencia en las labores de los titulares de los poderes.

El Poder Judicial frecuentemente es criticado por la ausencia de justicia pronta y cumplida. Muchos ejemplos de juicios que duran diez y más años, casos en los que luego de terminar el juicio y declarado culpable el imputado se han pasado muchos años en fijar la pena a descontar. En fin, que hay insatisfacción con la eficiencia de los tribunales y en la lentitud con que se dictan las sentencias. Se requiere una mejor administración luego de la simplificación de sus estructuras.

El Poder Judicial, el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo son blanco de severas críticas por la falta de aparente eficiencia en sus procesos y funciones. ¿Hace cuantos años no se someten a una auditoría de procedimientos, a una revisión ingenieril de lo que la burocracia ha establecido como trámites? ¿No es posible hacer lo mismo con menos? ¿No es posible hacer más gastando menos?

El país no requiere de autoritarismo para superar la tardanza, la ineficiencia y el enjambre de trámites que hemos establecido y en los que estamos enredados. El país requiere algo más claro y puntual, el país requiere de una reforma del estado a fondo.

Se requiere esta reforma del estado y se requiere una reforma de la idiosincrasia de los costarricenses para lograr implantarles el espíritu de urgencia en sus mentes y sus venas. El país no requiere de un “sargentón”, lo que requiere es de una reforma estatal de primer mundo.



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