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Siempre es el poder

Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 28 julio, 2014


Que nadie negocie, por poder, los derechos de todos


Siempre es el poder

Tenía yo menos de 20 años cuando, en enero de 1980, visité la famosa cervecería Bürgerbräukeller, donde, en 1923, se gestó el intento de golpe de estado contra la República de Weimar (conocido como el Putsch de Múnich o de la Cervecería).
Sentada ante las mesas de madera rústica y tomando cerveza (que nunca me ha gustado), observaba a los demás clientes que, si tenían mi edad actual o más, sin duda habían sido partícipes activos o pasivos de una de las mayores vergüenzas de exterminación masiva de seres humanos durante el siglo XX.
Mientras comía una salchicha aderezada con varias mostazas, un viejillo borracho e inofensivo, por accidente, regó su cerveza. El mesero, grande, imponente, ario, lo sacó del lugar a golpes y cachetadas. Ninguno de los presentes, propios del lugar, se inmutó. Daba la impresión que no habían pasado más de 50 años. No habían pasado.
Uno de los amigos más cercanos de Hitler, de hecho el único que lo tuteaba, (duzen, en alemán) era Ernst Rohm, un militar que se destacó por su valentía durante la Primera Guerra Mundial. Fundador y principal dirigente de las Sturmabteilung o SA (fuerzas de choque del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán) acompañó a Hitler desde el Putsch de Múnich, lo que le costó 15 meses de cárcel.
Mucho más militar que político, Rohm se alejó durante algunos años de Alemania para participar en la Guerra del Chaco, como teniente general del ejército boliviano. Regresó en 1931, por solicitud de Alfred Hitler para retomar el mando del Estado Mayor de las SA.
Bajo su batuta, en 1934, los voluntarios de las fuerzas de choque habían aumentado de 3.500 a 70 mil. Era un peligro. No por su homosexualidad declarada (aunque no apropiada para su ideología y de la que Hitler, como amigo cercano, seguramente siempre conoció): era peligroso por el poder adquirido.
Sus enemigos eran muy importantes en la cúpula del poder nazi. Himmler (uno de los ideólogos del Holocausto) y Heydrich (tan amigo de Rohm que este era el padrino de sus hijos) ambos de las SS, sumados a Goering y Von Kluge, lo acusaron falsamente de intentar derrocar a Hitler. A esta excusa le agregaron su tendencia sexual y realizaron una enorme lista de personas (de las SA, homosexuales y/o enemigos personales) que, el 30 de junio de 1934, mandaron a asesinar y a encarcelar. “La noche de los cuchillos largos” se llamó esa purga.
Guardemos las distancias. Costa Rica no ha tenido un régimen de terror militar. La homosexualidad no es ilegal desde 1871. Pero los derechos civiles del grupo LGTB siguen sin reconocerse, como si concedérselos legalmente afectara a alguien.
Los diputados del Partido Liberación Nacional de la pasada legislatura le otorgaron la dirección de la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea al representante de un partido minoritario cristiano, solo para obtener su voto en ciertos temas. Una vergüenza.
Izar la bandera de la diversidad en algunos edificios públicos (incluyendo Zapote) es un hito importante en la construcción de una nueva identidad nacional.
Que nadie negocie, por poder, los derechos de todos.

Claudia Barrionuevo
[email protected]

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