Semana Santa
Emilio Bruce [email protected] | Viernes 12 abril, 2019
Les deseo a todos la mejor de las Semanas Santas. Desde hace ya unas décadas muchas personas han comenzado a disponer de los días de asueto de la Semana Santa para tener una vacación en las playas, en las montañas o en su domicilio. Es una ruidosa vacación en la que abundan las asoleadas, la comida de sardinas, abundante licor y cerveza, la música popular a todo volumen, las grandes presas en las carreteras y los carísimos alquileres de casas de descanso y de hoteles en todo el país.
La Semana Santa se ha desvirtuado de manera impresionante. Es ahora un tiempo de disfrute para los no creyentes frente al tiempo sagrado para los católicos que pretendió ser el ejercicio espiritual desde el miércoles de ceniza y hasta el domingo de resurrección.
De niño asistía a las enormes procesiones de jueves y de viernes santos donde desfilaban todos los líderes del país y las caras visibles de la sociedad costarricense. Caminábamos solemnemente detrás de las imágenes de Jesús, de la Santa Virgen María que iba a su encuentro o del féretro con Jesús rumbo al santo sepulcro junto a la Banda de San José que entonaba “El duelo de la Patria” o la “Marcha al General Fernández”. El tránsito se detenía y no circulaban autos. Miles y miles de personas asistían al Vía Crucis recorriendo todas las estaciones de oración. Hermosa era la música del domingo de Resurrección cuando la Banda de San José acompañando al Resucitado entonaba marchas y tonadas alegres. ¡Había resucitado! ¡Comenzaba el tiempo de esperanza! Ha pasado la vida y ha cambiado la liturgia. Han pasado los años y se ha debilitado la acción y el liderazgo eclesial de manera ostensible. Ha sido un tránsito desde el profundo apercibimiento de la espiritualidad cristiana al vacilón y la fiesta ruidosa.
El ejercicio espiritual de toda una semana buscó siempre y busca hoy que los bautizados, los creyentes, los practicantes recuerden y mediten profundamente sobre la vida y la obra de Jesucristo, Dios hecho hombre para los cristianos, el extraordinario hijo de José, el carpintero, casado con María, y un profeta excepcional para el Islam.
Amor al prójimo, tolerancia, ayuda al desvalido, cercanía con el pecador para ayudarle a superar su condición personal, misericordia con el caído, redención de las almas del pecado, la posibilidad de levantarse de nuevo desde el abismo del mal y al final la vida eterna, todos estos elementos y muchos más que no podemos incluir en este corto escrito son el corazón del cristianismo.
Reflexionemos, pensemos en el bien. Recemos y arrepintámonos de nuestras faltas y de lo que nosotros sentimos que han sido pecados por nosotros cometidos. Reconciliémonos con nuestra comunidad, con nuestra familia, con todos aquellos con quienes hayamos sostenido algún desencuentro. Recordemos el sacrifico de Jesucristo con un abrazo y un beso para todos los que les rodean, en solemne recogimiento. Amen a su prójimo.
¡“Misericordia os pido, no holocaustos”!¡ “Un mandamiento nuevo os dejo: que os améis los unos a los otros como yo os he amado”! Reflexionemos y pensemos en los sacrificios de nuestras propias vidas. Reflexionemos sobre nuestra integridad y decencia propias. Reflexionemos sobre el milagro de la cruz. Reflexionemos sobre la iglesia inclusiva, sobre la diversidad de la creación, sobre el hecho de que Dios no nos ha puesto en este mundo para condenarnos. Dios nos ama a todos sus hijos.
Feliz y provechosa Semana Santa.
Emilio R. Bruce
Profesor
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