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Secuela de la astenia política

Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 23 octubre, 2014


Ottón poco arriesga. LGS, en cambio, tiene en juego la calificación de su gobierno ante la historia, en una marcha a la que ha entrado renqueando


De cal y de arena

Secuela de la astenia política

El encontronazo entre el presidente Luis G. Solís y el diputado Ottón Solís es clara expresión de la grave incapacidad política que afecta las instancias de poder en la administración del Partido Acción Ciudadana.
Llegó en el peor momento de un gobierno que apenas empieza a caminar, que está desprovisto de amplios y sólidos respaldos políticos, sumido en un desgaste de credibilidad insólito a tan tempranas alturas y forzado a demostrar que tiene una agenda de trabajo a cargo y un equipo cohesionado y competente, con capacidad —además— de convocatoria a las fuerzas sociales y políticas llamadas a coadyuvar en la tarea de sacar al país del atolladero.
Era imperioso un esfuerzo extraordinario de sensatez y habilidad del Presidente de la República para evitarlo. No lo hizo. Y este error, con todas las evidencias de haber sido atizado por el carbón de actores en segundos planos, le pasará cara factura. ¿Con qué autoridad acudirá a la oposición para procurar la integración de voluntades que no ha podido construir a lo interno?
La metáfora —sinuosa y de mala leche— con que el diputado Solís deslegitimó las voces ácidas salidas del íntimo entorno presidencial, habría dejado en cueros a Ottón de no haber sido porque al presidente Solís le faltó el señorío propio de quien —desde la primacía de su cargo— tenía que ubicarse por encima de la bronca de los otros.
Es su deber apaciguar pasiones y tender puentes, tanto a lo interno de su conglomerado político como hacia el frente externo, para evidenciar que sí sabe desempeñarse como un líder y que sí tiene autoridad para convocar a las fuerzas sociales y políticas a forjar los acuerdos exigidos para la buena gobernanza.
Más que el legislador, el Presidente de la República está obligado a no olvidar que los chuicas se lavan adentro de la casa.
Estalló la que venía siendo una velada disputa de posesiones y de posiciones en el seno de las instancias del Partido Acción Ciudadana, unas asentadas en el Poder Ejecutivo, otras en el Poder Legislativo.
Empezó con las formas de los cortocircuitos comunes y corrientes en la política. Y llegó a la confrontación que emerge de dos visiones muy distintas respecto al modus operandi del ejercicio del poder y a los contenidos del principal programa anual de trabajo del gobierno —el presupuesto nacional—.
Pulsos de este tipo ha habido en otras administraciones; al fin y al cabo es una confrontación que no tendría nada de anormal dentro del juego de poderes propio de un partido con vitalidad.
Como toda confrontación, la que nos ocupa lleva sus riesgos. Los del diputado Solís, que en el tema fiscal y hacendario ha levantado una plataforma racionalmente fuerte y con apoyos mediáticos y gremiales amplios, son muy distintos a los del presidente Solís.
Ottón poco arriesga. LGS, en cambio, tiene en juego la calificación de su gobierno ante la historia en una marcha a la que ha entrado renqueando.


 

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