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Seamos valientes y construyamos justicia y bienestar

Miguel Angel Rodríguez [email protected] | Lunes 01 octubre, 2018


Seamos valientes y construyamos justicia y bienestar

Un día se terminará la angustia fiscal que —como es y debe ser— concentra esfuerzos, debates y manifestaciones en lo urgente, y nos obliga a posponer lo más importante.

El pasado 7 de mayo dirigí mis columnas a las nuevas autoridades parlamentarias y ejecutivas y les recordé que: “En Costa Rica muchos están desencantados porque la pobreza sigue sin disminuir desde hace dos décadas, porque la desigualdad, el desempleo y la informalidad han aumentado, y porque se sabe que las pensiones de IVM y los regímenes de salud están en riesgo, porque la educación no es pertinente, y porque la infraestructura colapsó, porque la seguridad ciudadana está seriamente deteriorada, los servicios públicos son ineficientes, las regulaciones estatales son engorrosas y porque somos vulnerables ante el cambio climático”. Y claro, no crecemos con la rapidez necesaria para atender esos problemas.

Esas razones del desencanto son objetivas y a ellas se suman sentimientos y pasiones, no siempre fundamentados en la realidad, pero con enorme fuerza que pueden provocar importantes confrontaciones sociales, como ya lo hemos experimentado.

Con independencia de la razonabilidad o no de sus posiciones, los apasionados, fanáticos y hasta crueles ataques que se cruzan entre las personas con diferentes posiciones ante la huelga, nos muestran la hondura del resentimiento y la frustración que se viven en importantes sectores de nuestra sociedad.

Si como ocurre, esas razones subjetivas se dan en medio de problemas fácticos importantes como los que señalo, y además se producen en un mundo convulso que ha perdido las certidumbres y en el cual ha disminuido el aprecio por la verdad y los hechos, por los frutos de la libertad, por la democracia, por las instituciones del Estado de derecho y por la globalización; es imperativo que nos aboquemos todos a una serena y seria reflexión creativa que nos una y entusiasme en una nueva visión de futuro compartida.

Una visión de grandes transformaciones para alcanzar grandes metas. Una visión que nos vuelva a hacer posible ejecutar la solución costarricense: unirnos y ser previsores para solucionar nuestros problemas y evitar futuras calamidades.

Claro que de previo debemos resolver la urgencia fiscal, que de no atenderse pronto nos puede sumir en una profunda crisis financiera, cuyo resultado podría ser conducir a la pobreza a cientos de miles de costarricenses y colocarnos en una condición de penuria de la cual podríamos tardar muchos años en recuperarnos, sufriendo muchísimas familias innecesarias calamidades. Sin resolver ese serio y urgente problema no podremos acelerar nuestro crecimiento ni resolver esos problemas sustanciales que afrontamos.

En ese artículo respetuosamente dirigido a las autoridades que asumían los puestos que hoy ejercen, señalé que para crecer aceleradamente y generar los recursos con los cuales resolver esos importantes problemas debíamos generar empleos adecuados a los cientos de miles de personas o desocupadas o en la informalidad, ahorrar más para financiar nosotros mismos una mayor inversión y aumentar la productividad. Y destaqué el papel que con ese objetivo cumple de manera fundamental la educación, como principal estimulador y catalizador de los cambios, así como algunas transformaciones sustanciales que a la educación pública y a la capacitación laboral debemos efectuar para que cumplan esa misión.

Pero por supuesto se requieren transformaciones importantes en otras áreas.

Los sistemas de pensiones de IVM y de Enfermedad y Maternidad de la CCSS requieren ser adecuados a la nueva realidad demográfica y al perfil de enfermedades de una población que envejece; y se deben fortalecer los pilares de pensiones no contributivas y obligatorio contributivo.

Sería muy conveniente, a fin de disponer de recursos permanentes para los sistemas de la CCSS y para preparar adecuadamente los proyectos de infraestructura cuya construcción bien planeada se pueda ejecutar en tiempo, vender algunos activos estatales.

Urge realizar cambios en el sistema de banca para que se disminuya el margen de intermediación financiera y hacer más expedito el sistema de supervisión.

Es preciso poder exportar los excedentes de generación de electricidad y aumentar la eficiencia del ICE para bajar los costos de energía a la industria.

Debemos avanzar a un sistema impositivo para las empresas de zona franca que permita una contribución de ese sector dinámico de la economía al financiamiento de los servicios públicos, sin poner en riesgo la atracción nacional a esas inversiones.

Para disminuir los costos de la canasta básica y aumentar los salarios reales y el poder de compra especialmente de las familias más pobres y de los trabajadores menos calificados, se deben eliminar los monopolios y proteccionismos que encarecen los alimentos.

La coordinación y evaluación de los programas sociales amerita una verdadera reestructuración de la institucionalidad que los produce, para que los recursos lleguen en mayor proporción y mejor direccionados a las familias que los requieren.

Se amerita un enorme esfuerzo para eliminar regulaciones y permisos innecesarios, simplificar trámites, disminuir plazos para obtener servicios públicos, evitar la generación de monopolios mediante discriminación en el otorgamiento de permisos, facilitar las inscripciones de genéricos y eliminar obstáculos a los esfuerzos productivos.

Es indispensable hacer más eficiente al Estado, lo que obliga a repensar los sistemas de evaluación de los servicios públicos, y establecer un sistema transparente y obligatorio de rendición de cuentas para poner en práctica la reforma constitucional aprobada durante mi administración, a la que no se le ha dado seguimiento.

Cada uno de estos cambios significa una importante transformación para poder crecer más aceleradamente y así resolver los problemas sustanciales mencionados al inicio de este comentario. No será fácil hacerlos, pero es nuestra obligación debatirlos sin prejuicios ni dogmatismo, si queremos de verdad avanzar en justicia social y en nuestro bienestar con crecimiento rápido y compartido. Y es claro que ejecutarlos tomará mucho tiempo y se deberán aprovechar las coyunturas políticas que permitan la actuación de coaliciones que puedan ser políticamente exitosas en alguno de estos temas.

A considerar estas medidas dedicaré mis futuras columnas.


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