Saprissa aplastó al peor Alajuelense del torneo
Gaetano Pandolfo [email protected] | Lunes 27 mayo, 2024
¡Con sangre en el ojo!
Al rostro de Javier Paradela le corrían hilos de sangre; el atacante cubano del Saprissa habló al final del juego de ida que ganó Alajuelense 1-0 y prometió revancha y desquite.
“Los esperamos el domingo, en nuestro estadio, con nuestro público y ahí será otra cosa”.
El técnico Vladimir Quesada, usualmente comedido, arremetió contra el arbitraje, en el juego que ganó la Liga en tiempos extra.
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“Fue un desastre, pero nos dejaron vivos. Jugamos contra 15. En nuestro estadio se escribirá otra historia”.
En todo el entorno del equipo morado, se olfateaba sed de revancha, ansias de desquite y una seguridad absoluta de qué en La Cueva, le darían sepultura al León.
¡Y lo hicieron!
Al Alajuelense se le ocurrió jugar su peor partido del campeonato en el momento menos oportuno y Saprissa caminando lo borró del mapa.
La primera misión del equipo de Alexandre Guimaraes era no permitir que Saprissa anotara temprano y fallaron estrepitosamente. Un tiro de esquina de Mariano Torres en el minuto 14, provocó un caos en la retaguardia manuda, que se quedó estática, entumecida, sin reacción, permitiendo que el incómodo ariete morado, Ariel Rodríguez se acomodara a su antojo el balón y rematara a los cordeles.
La Cueva explotó y 20.000 almas moradas festejaron temprano el empate global de la serie. Muy temprano se marcó el destino de esta final.
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El 1-0 a su favor, rompió el 0-0 que le convenía sostener y alargar a la Liga y le dio al Saprissa, el botín que le urgía para ponerle al guión el texto que le convenía.
Vladimir paciente sabía que quedaba mucho tiempo, suficiente para que sus pupilos, en cualquier momento, repitieran en la red y conquistaran la Copa 40 y el tetracampeonato.
Sin ningún apuro, bloquearon a un Alajuelense hundido en la mediocridad, incapaz de inquietar medio segundo el marco defendido por un Esteban Alvarado limitado físicamente, quien no tuvo una sola intervención de apremio.
En el minuto 71 y sin sangre en el ojo, pero repleto de sangre morada su corazón, Paradela firmó su revancha y con un mortero al ángulo de mano derecha de Moreira, hizo ciertas sus promesas del miércoles anterior, anotando el gol del título.
La pinza la cerró Orlando Sinclair, cuando ya no estaban en la cancha Mitchel, James, Lawrence y Barrantes; la defensa manuda era un cráter, ruta por donde el Saprissa caminó a sus anchas, rompió la piñata, cayeron las pizzas y empezó la fiesta.