Romper el silencio
Nuria Marín [email protected] | Lunes 10 agosto, 2009
Creciendo junt@s
Romper el silencio
Vivimos en un país en que las víctimas de delitos sexuales, en la gran mayoría de los casos, lejos de recibir el apoyo y la protección que merecen, son objeto de escarnio público y del mismo sistema judicial que puede ser tan amplio y cruel como la insensibilidad, el irrespeto, la burla, la injuria, el menosprecio, el chismorreo, la falta de solidaridad, e incluso amenazas. El peor de todos: el silencio cómplice.
En una sociedad plagada de tabúes y estereotipos, pocos son tan fuertes como los que involucran el tema sexual. Estos pueden operar como lacerantes dagas contra quien es ya víctima, operando como crueles instrumentos de revictimización.
La violación se convierte entonces en un primer acto de lo que será una larga pesadilla de varios años cual tragedia griega en el que la víctima una y otra vez deberá describir y revivir lo sucedido, defender su palabra hasta el límite, absurdamente tener que justificar su falta de culpa o provocación en lo sucedido, y denodadamente defender su honra y reputación.
El largo proceso judicial puede resultar tan doloroso como la violación misma, por lo que muchas víctimas toman la decisión de no denunciar o bien abrumadas y aterrorizadas por los vejámenes del proceso desisten de este sin llegar a la sentencia. En ambas rutas el resultado es el mismo, la perpetuación de un círculo de silencio que paradójicamente beneficia la impunidad de los infractores.
Desde esta óptica resulta realmente encomiable y heroico el que una joven mujer, de escasos 20 años, decidiera recurrir a la justicia a pesar del difícil camino que le esperaba. Más aún cuando ella ha estado siempre en desventaja, por el número de agresores, diferencias en edades y fuerza física.
Conocedora además de que en el proceso estará nuevamente en desventaja pues será su palabra contra la de varios. Sin embargo, su convicción en la verdad y fe en los tribunales le darán a su testimonio una excepcional fortaleza moral.
Su valentía cobra aún mayor peso al describir su padre cómo luego de lo sucedido se convirtió en una persona temerosa y desconfiada que sufre constantes pesadillas y miedo y pese a lo cual se supo sobreponer a las fragilidades, manteniéndose indoblegable en su lucha por la verdad.
Esta es la historia de una valiente mujer, que ha sabido sobreponerse a la adversidad. Su ejemplo es faro de dignidad y fortaleza interior. Su entereza, una lección para todos y una validación de que el coraje no es la ausencia de miedo sino la decisión de actuar a pesar de este.
Con su férrea voluntad ha demostrado que la mejor receta frente a viles actos de violencia es romper con el silencio y denunciar. Sin conocer a los involucrados en esta triste historia confío en el resultado del proceso teniendo presente de que en la búsqueda de la justicia no hay nada más poderoso que la decisión de luchar por la verdad.
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