Respuesta global a la crisis mundial (Parte primera)
Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 31 octubre, 2008
Arnoldo Mora
Si había alguna duda racional o, tal vez, alguna esperanza de que la megacrisis que ahora golpea al mundo entero y que —como bien se ha dicho y reiterado— se inició con la bancarrota del negocio irresponsable, por decir lo menos, de las hipotecas inmobiliarias en Estados Unidos y muy pronto se extendió al sistema bancario y a las instituciones crediticias, y que se anunció en un primer momento como una recesión, muy pronto adquiriera visos de depresión global, hoy ya es una evidencia si hemos de creer a las enfáticas declaraciones de calificados expertos provenientes del mundo entero y de las más diversas tendencias ideológicas y escuelas o corrientes económicas.
Lo dicho nos explica por qué muy pronto esta megacrisis, a contrapelo de las firmes creencias neoliberales de no pocos gobiernos, llevó a la intervención por parte del estado de los mercados, ante el pánico incontrolable de las bolsas de valores y el miedo de consumidores e inversionistas.
Más aún, esta crisis ha sido de tal magnitud que ha llegado a la inaudita situación de que naciones enteras —como solo se había dado en décadas anteriores con países como México y Argentina— que hasta hace algunos meses eran consideradas como modelos y ejemplos a seguir y admirar por sus políticas en el campo de la “economía de libre mercado”, ahora están en total bancarrota, al punto de colapsar como estados nacionales. Tal es el caso aleccionador de la paradisiaca aunque ártica isla de Islandia.
Esta intervención estatal hecha corriendo para auxiliar a agonizantes trasnacionales financieras, demostró a quien quiera entenderlo y no solo a las mentes lúcidas y a los hombres honestos, que el estado es y seguirá siendo imprescindible para la buena marcha de la economía, siempre y cuando el estado haga lo que debe ser y aquello para lo cual fue creado y nunca debió dejar de ser, a saber, ser el garante del bien común y no una copia de la cueva de Alí Babá.
Más aún, hay que insistir en que, si queremos evitar que esas crisis se repitan, al menos con la gravedad de la actual, se deben poner límites legales y, sobre todo, éticos a los mercados como, no solo los socialistas, sino la doctrina social de la Iglesia, ha reiterado una y mil veces. Esta es la única manera de poner coto al delincuencial libertinaje del mercado.
Otro tanto sucede en algunas naciones en vías de desarrollo y de grandes dimensiones territoriales y numerosa población, como es el caso de Paquistán. Este es un país que está en quiebra, lo mismo que Indonesia al igual que otros, que ya lanzaron al mundo un agónico grito reclamando créditos urgentes, por lo que requieren los primeros auxilios del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Es por eso que la primera de estas instituciones, acorde con reiteradas y sorprendentes declaraciones de Zoellick, parece haber emprendido un significativo viraje en sus políticas, de manera particular hacia los países en vías de desarrollo.
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