Respiro profundo para América
Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 12 marzo, 2008
Hablando Claro
Vilma Ibarra
Ante nuestros ojos —con sorpresa y hasta con incredulidad— en el contexto de un ambiente extremadamente tenso del hasta entonces muy venido a menos Grupo de Río, el presidente Leonel Fernández logró lo que parecía imposible: invitó a sus colegas protagonistas de la crisis andina a deponer las diferencias y anteponer las Patrias. Surgió entonces la figura del Presidente colombiano —que hasta entonces parecía rozar los límites de lo insoportable— acudiendo en busca del Presidente ecuatoriano para darle su mano, buscar afanoso a ese homólogo venezolano con quien no tiene común denominador para hacer lo mismo… y como si fuera poco, ir después también en busca del hombro y la mano de Daniel Ortega (de cuya actuación es mejor ni siquiera recordarse).
Repaso esta escena porque un ejercicio profesional honesto implica reconocer los errores en la apreciación de los hechos; no por la argumentada objetividad, porque una columna de opinión se caracteriza precisamente por asumir una posición propia frente a un hecho determinado, sino porque es menester —repito— reconocer cuando el enfoque no ha sido el correcto. ¿Que estaba yo invadida la semana pasada por el pesimismo de una escalada de tensiones que en definitiva fue más mediática que otra cosa? Supongo que sí. ¿Que una deba apostar como principio irrenunciable a la posibilidad del diálogo y el entendimiento político y diplomático por encima de cualquier otra opción? Por supuesto. La verdad, sin embargo, es que al calor de los acontecimientos, no era fácilmente previsible un arreglo tan rápido como el que se alcanzó y que ciertamente aún está en proceso de sellarse.
Hemos de reconocer que en este empeño, el Presidente dominicano surgió como un componedor estrella. Que —como ya dije— el Grupo de Río recibió de paso un indispensable tanque de oxígeno para intentar recuperarse. Que —también reitero— todavía me impresiona al volver a ver esas escenas la figura de estadista de Alvaro Uribe, pero también la reacción de hombría de bien de Rafael Correa y el lugar que en ese preciso instante supo ocupar el controvertido Presidente venezolano…
Lo cierto es que para que ese momento histórico se hubiera producido todos pusieron de su parte.
Ahora la OEA, en gestión un tanto rezagada, pero políticamente necesaria para el organismo y ojalá que para apuntalar los acuerdos logrados en Dominicana, debe limpiar terreno y procurar la siembra de una semilla de diálogo y paz que pende de sutiles y complicados hilos. Por eso lo ocurrido ha sido una alerta que debería llamar a todos los líderes latinoamericanos a no seguir volteando la mirada sobre lo que sucede en ese punto complejo de nuestra latitud. Ahora sabemos bien que la situación requiere más que de los buenos esfuerzos de comisiones binacionales. Requiere acompañamiento multilateral efectivo. Requiere, sin duda, la ayuda de los vecinos. Y vecinos somos todos los latinoamericanos. Por eso extrañé tanto la presencia de nuestro Presidente en esa cita histórica de República Dominicana…
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