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Reingeniería estatal

Federico Malavassi | Jueves 30 junio, 2016


Dicha poliarquía ha sido vilipendiada por algunos, básicamente por quienes prefieren poderes centralizados y fuertes, hasta con abuso de las connotaciones de la soberanía

Reingeniería estatal

A propósito del “brexit” (British Exit), han surgido múltiples reflexiones que aportan mucha luz al pensamiento acerca del futuro del Estado.
Los promotores de la salida parecen añorar etapas que nunca existieron, situaciones que nunca se dieron y salidas automáticas que son imposibles de lograr.
A la larga, la efectividad del referéndum no se va a lograr o a ejecutar nunca o, por lo menos, no de modo inmediato. Hay que decidir muchas cosas más y, además, de por medio hay múltiples instrumentos internacionales que hay que respetar y de los cuales no se puede salir a la ligera.
Europa ha entrado en formas políticas muy interesantes, derivadas de los procesos de unificación e integración. Constantemente se ha señalado que las fronteras se iban borrando, que los poderes de los organismos internacionales aumentaban y que los regionalismos parecían crecer. A muchos nos ha parecido que, guardando todas las proporciones, este estado de cosas guarda alguna similitud con la poliarquía medieval.
Dicha poliarquía ha sido vilipendiada por algunos, básicamente por quienes prefieren poderes centralizados y fuertes, hasta con abuso de las connotaciones de la soberanía. Sin embargo, no necesariamente es un concepto que dañe al ser humano. En la Europa actual lo ha beneficiado grandemente, sobre todo en las visiones de justicia, libertad, derechos humanos y derechos económicos.
Ello ha perjudicado a quienes no reconocen en todos al ser humano, a quienes prefieren mercados cautivos, a quienes se duelen de la apertura y a quienes olvidan los problemas del pasado e imaginan que se vivía mejor con cerrojos y prohibiciones.
Por tal motivo algunos autores señalan que, tras la protesta y voto de algunos contra el actual concepto europeo, se podría estar frente a opciones muy diversas que van desde subrayar la evolución de Europa hasta la devolución de poderes a los gobiernos nacionales. Ello por cuanto muchos sienten que sobran entidades, burocracias y hasta instancias.
Es obvio que hay que pensar en reingeniería estatal (no la limitada de estos lares, concentrada en ver si el gobierno hace algo) sino de otro tipo, que va desde reconcebir los estados nacionales hasta racionalizar las instancias de poder a las que está sujeto el europeo de hoy, a ver si como ciudadano puede influir en algunas políticas o, al contrario, eliminar instancias que más bien parecen redundar en costos y en burocracia.
Mucho de observar y pensar. Hay que ver con más optimismo lo que pasa y tratar, desde todo el mundo, de influir en más humanidad, más libertad y más fraternidad. Todo lo cual debería darse sin menoscabo de los geniales avances en la libertad de circulación de las personas, de competencia y de comercio y las oportunidades que ello otorga a todos.
En fin, la decisión no parece ser propia del célebre carácter flemático inglés sino de un espíritu conservador que se duele de algunas cuestiones del mundo contemporáneo que ya no tienen marcha atrás. Sin embargo, tal vez sea ocasión propicia para que una parte importante del mundo reflexione acerca de lo trascendente de sus pasos, sirva de buen ejemplo al mundo y centre su atención en el ser humano y sus derechos más importantes, con soluciones fundamentadas en los derechos humanos y la libertad.

Federico Malavassi


 

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