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Reflexiones: Desigualdad social, urgen reformas al modelo de desarrollo

Leiner Vargas [email protected] | Viernes 19 marzo, 2021


El modelo de desarrollo económico que empujamos como país desde hace 4 décadas ha tenido importantes logros, entre los más destacados, el crecimiento y la diversificación de las exportaciones y la modernización de los sectores productivos ligados al comercio internacional. Empero, el resultado más negativo de dicho modelo ha sido el deterioro de la desigualdad y la ampliación del desempleo y la informalidad, llevando a que los beneficios se concentren en el 10 por ciento más rico y los malestares en un 60 por ciento de los costarricenses, hoy metidos en la pobreza, la exclusión social, el desempleo y la informalidad.

Los datos de desigualdad del ingreso y de la riqueza nos ponen entre uno de los primeros países del mundo. Esto excluye de los beneficios del desarrollo capitalista a una creciente porción de la población costarricense. Nos preguntamos entonces ¿Por qué el modelo económico neoliberal que ha seguido Costa Rica ha fracasado en mejorar la igualdad y propiciar la inclusión social? ¿Qué cambios debemos hacer al modelo económico para garantizar una disminución de la desigualdad y un aumento en la inclusión social? De lo anterior, voy a conversar en mi serie de artículos sobre, necesarias reformas al modelo de desarrollo.

Desde mi punto de vista, existen cuatro factores que se olvidaron en las políticas públicas del modelo de desarrollo de apertura y promoción de exportaciones y que han provocado un desacople de los resultados económicos y los indicadores sociales. El primero de ellos, es la falta de una reforma sustancial a la banca pública y de desarrollo que garantice acceso al crédito y al sistema financiero a una porción muy significativa de los emprendedores jóvenes y de los pequeños y medianos productores informales. Este tema, ha provocado la exclusión de muchos de los nuevos emprendedores del sistema formal, lo que adicionalmente condiciona la generación de empleo e ingresos en muchos ámbitos del quehacer productivo, limitando a los emprendimientos a una condición de baja productividad y escaso desempeño. Del lado financiero, el desarrollo regulatorio distorsionó el objetivo de la banca pública y descarriló el papel tan significativo del modelo post nacionalización bancaria, de los primeros treinta años del modelo público entre 1950 y 1980. Readecuar este modelo de banca pública de desarrollo a las condiciones del siglo XXI es esencial para retomar un sendero de crecimiento con equidad social.

Un segundo aspecto no atendido en el modelo de desarrollo actual fue el rezago en la inversión del país en ciencia, tecnología e innovación y sus efectos y vínculos directos con los sectores productivos y de servicios del país. En los años recientes la investigación y el desarrollo se ha considerado un gasto y no ha crecido ni en el sector público y tampoco en el sector privado, por la falta de una verdadera agenda nacional de desarrollo productivo vinculada a la ciencia y la tecnología. Esta falta de planificación y desarrollo de la ciencia y la tecnología han creado un claro retroceso en materia de productividad en muchos sectores, sobre todo los vinculados al mercado interno. Impulsar una gran reforma e inversión país en ciencia, tecnología e innovación es sin duda alguna, una necesaria herramienta para avanzar en nuevos sectores y propiciar empleo de calidad en las nuevas industrias del siglo XXI. Lo anterior sin duda, debe de hacerse desde y con las distintas regiones, para equilibrar el modelo y la exclusión productiva y social, que ha tendido a ensancharse en los cuatro costados del país.

El tercer factor y de gran importancia para la generación de equidad y propiciar la competitividad es la creación de industrias y sectores productivos donde sea más rentable la innovación y la reducción de costos y el aumento de la productividad, que el lobby político y la creación de oligopolios. Costa Rica es un país caro, donde los oligopolios desregulados han hecho graves daños al consumidor y han propiciado rentas muy altas e injustas a favor de pequeños grupos empresariales muy vinculados al poder político. Los medicamentos, el sector de telecomunicaciones y el mercado financiero son tres claros ejemplos de industrias que han usufructuado de rentas crecientes por la falta de regulación apropiada de sus oligopolios. Una clara reforma regulatoria se hace totalmente necesario, pero no pensada con una visión extrema y de poco alcance, sobre el papel del mercado o de los mercados, sino pensada en la reducción de rentas del lobby político y enfatizando en empoderar la innovación y la productividad como instrumentos de creación de nuevo valor. Dicha reforma regulatoria requiere sin duda de más democracia y de instancias regulatorias fuertes y sin captura de parte de los actores o jugadores del mercado.

Un cuarto y último punto que ha fallado en nuestra estrategia de desarrollo es nuestro sistema fiscal. Un paraíso para empresarios y sector financiero y un calvario para las Pymes y emprendedores. Nuestro sistema de aduanas es un colador a la hora de cobrar impuestos y por lo general, es capturado por una mafia importadora que no permite pasar reformas sustantivas al esquema actual. Del otro lado, tenemos un sistema tributario que se ensaña con las clases medias y las pymes a la hora de cobrar, favoreciendo adicionalmente la exclusión creciente de sectores dinámicos. Este sistema es altamente regresivo e insostenible, si pensamos en el equilibrio fiscal sostenible a largo plazo. Cambiarlo resulta inevitable para avanzar hacia una sociedad más equitativa e inclusiva. No se trata de más impuestos, se trata de redistribuir la carga fiscal y de cobrar efectiva y eficientemente los impuestos.

En las próximas ediciones de la columna, elaboraremos sobre cada uno de los cuatro temas planteados. Lo anterior en el marco de la discusión necesaria sobre las reformas al modelo de desarrollo, que lamentablemente carece de un aspecto esencial, propiciar la igualdad y la inclusión social.

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