Reconstrucción democrática en Venezuela
Rodolfo Piza | Miércoles 09 diciembre, 2015
La derrota electoral en Argentina y, sobre todo, en Venezuela, del populismo exacerbado, no es más que el inicio de una tarea difícil y desgastante
Reconstrucción democrática en Venezuela
Ha pasado mucho tiempo desde que Carlos Rangel escribiera en 1976 su libro clásico “Del buen salvaje al buen revolucionario”, en el que desmonta el mito de “las venas abiertas de la América Latina” y de la “teoría de la dependencia” de la tradición marxista-leninista.
Desde la caída del socialismo del siglo XX y del muro de Berlín, a partir de 1989, habríamos pensado que había decaído la literatura del resentimiento que cobijó a muchos latinoamericanos, y que, en adelante, las luchas de nuestros países se centrarían en fortalecer las democracias recuperadas de las dictaduras en los años ochenta y que trasladarían sus afanes a luchar contra la corrupción, la pobreza y el subdesarrollo.
A principios de este milenio, sin embargo, algunos países latinoamericanos (los asiáticos vienen huyendo de esos discursos populistas), con el apoyo de algunos fanáticos y de otros tantos compañeros de viaje, volvieron a recuperar los viejos mitos.
Contra toda evidencia práctica de su fracaso histórico, volvieron a proponernos la reconstrucción de un nuevo socialismo, el “socialismo del siglo XXI”. Este fue parapeto que le permitió a gobiernos semidemocráticos (o semiautoritarios) perpetuarse en el poder por más de una década, hasta que sus pueblos, cansados de las crisis económicas, de sus discursos socializantes y del agotamiento paulatino de las dádivas populistas, prefieren recuperar la democracia y les responden con un rechazo en las urnas.
Corresponde ahora recuperar, reconstruir y reforzar la democracia, más allá de las urnas electorales. La derrota electoral en Argentina y, sobre todo, en Venezuela, del populismo exacerbado, no es más que el inicio de una tarea difícil y desgastante.
Desmantelar mitos, recuperar la institucionalidad democrática y desintoxicarse de ideologías radicales, es un proceso más complejo que ganar elecciones y que liberar presos políticos (empezando por Leopoldo López).
Nuestros pueblos no quieren revoluciones, quieren comer, tener un trabajo decente, educación y servicios de salud. Quieren prosperar y construir sus hogares, ser libres para escoger lo que desean hacer con sus vidas y para emprender. Quieren expresar sus opiniones (libertad de expresión) y manifestarse pacíficamente (libertad de reunión) para reivindicar sus aspiraciones, sin temor a procesos judiciales amañados y con garantías judiciales. Poco más y nada menos.
Celebramos el triunfo de los partidos democráticos en las elecciones legislativas en Venezuela. Se trata de un paso gigantesco en la recuperación democrática. Pero se trata solamente del primer paso. El régimen de Maduro seguirá gobernando con poderes excepcionales y leyes habilitantes. Seguirán los militares, el Poder Judicial y el Consejo Electoral, dependiendo políticamente de su voluntad. La nueva mayoría legislativa no lo tendrá fácil. Tendrá que concertar algunas leyes, tendrá que desmantelar excesos, y, lo más difícil, tendrá que contenerse y evitar revanchismo.
Alguna vez, Napoleón en el apogeo de su gloria, en un acto de soberbia, preguntó a Talleyrand: “¿Qué no se puede hacer con las bayonetas?”, a lo que su Ministro de Exteriores contestó: “Sentarse en ellas”. ¿Qué no pueden hacer los votos?, preguntarán los ganadores; gobernar democráticamente para toda la sociedad, responderemos los demócratas.
Rodolfo E. Piza Rocafort
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