(Re)fundando la República
Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 18 agosto, 2017
(Re)fundando la República
Como toda obra humana, la democracia real es siempre imperfecta. Prueba de ello es que, al final de un período histórico, los sectores hasta entonces marginados, especialmente las nuevas generaciones, se muestran insatisfechos; por lo que exigen que se dé un salto hacia adelante; lo cual provoca una reacción de los sectores conservadores que fueron los grandes beneficiados durante ese período, pero que ahora dan signos inequívocos de decadencia. Por lo que surgen otros sectores hasta entonces marginados, especialmente de las nuevas generaciones, que pujan por impulsar reformas que abran nuevos horizontes ensanchando y consolidando la democracia. Para lograr lo cual se requiere que surja un nuevo sujeto histórico que se convierte en portaestandarte de un nuevo proyecto político que represente un salto cualitativo en todos los aspectos de nuestra vida como nación. A la luz de estas ideas, echaré un esquemático vistazo a nuestro pasado para luego lanzar una mirada hacia lo que considero deberíamos hacer en el presente para construir nuestro futuro.
Lo que hoy es Costa Rica surgió en la época de la Colonia bajo el gobierno de la dinastía de los Austria en los siglos XVI y XVII. Hubo, como en todas las colonias iberoamericanas, un mestizaje. Este período se caracterizó por un descenso demográfico. Desde el punto de vista del modo de producción, este fue predominantemente esclavista y hegemonizado políticamente por unas pocas familias oligárquicas afincadas en Cartago, la capital colonial y por la burocracia que representaba al régimen monárquico. El siglo XVIII se caracterizó por el crecimiento demográfico y de tránsito hacia una nueva organización política inspirada en las ideas de la Ilustración francesa. En la metrópoli colonial, luego de una cruenta y prolongada guerra civil (1700-1714) se impone una nueva familia monárquica, rama de la dinastía francesa, los Borbones. Consecuencia de lo anterior, se producen en Costa Rica a finales de siglo cambios profundos inspirados en las reformas de Carlos III.
La vertiente del Valle Central toma la hegemonía del país con las ciudades de San José y Alajuela. Esta hegemonía se va a acentuar con el advenimiento de la República luego de la Independencia (1821). Consecuencia de lo anterior se da una especie de “revolución”, entendiendo por tal un cambio en la hegemonía de la clase social dominante, con nuestra primera guerra civil: La Batalla de Ochomogo (5 de abril de 1823), en que los liberales de San José y Alajuela derrotan a los conservadores de Cartago y Heredia. Las reformas constitucionales de Carrillo consolidan estas conquistas y ponen las bases del Estado Nacional, la mayor conquista de los procesos democráticos de Costa Rica en el siglo XIX. La crisis mayor que ha tenido nuestro país sobreviene con la invasión filibustera, lo que provoca Nuestra Guerra Patria en 1856. Esta guerra nos da nuestra identidad como nación soberana. A finales del siglo XIX surge otra crisis con el enfrentamiento entre la Iglesia y el ya consolidado Estado Nacional bajo el férreo liderazgo de los liberales. La Iglesia pierde la hegemonía ideológica que venía ejerciendo desde los días de la Colonia. En los años 40 del siglo pasado Costa Rica se vio ensangrentada por la Guerra Civil de 1948; pero gracias a las reformas de 1943 y de la Junta de gobierno (1948-49), se consolida el Estado Social de Derecho en la Constitución de 1949, actualmente vigente. Lo cual constituye el mayor logro del pueblo costarricense en su historia, luego de la creación del Estado Nacional en el siglo XIX. Estos logros inspiran las grandes líneas de los gobiernos posteriores, especialmente el de Oduber (1974-78), hegemonizados por un Partido Liberación todavía socialdemócrata.
Pero estos impresionantes avances en nuestro sistema democrático comienzan a ser sistemáticamente cercenados cuando el FMI, en plena complicidad con la oligarquía criolla desde la primera administración de los hermanos Arias (1986-90) imponen los planes de reforma del Estado. Desde entonces las imposiciones del FMI tienen en la práctica más vigencia que nuestra Constitución, con lo que se impone al país un rumbo que va a contrapelo de nuestra ejemplarizante historia democrática. Hoy Liberación, fuertemente desgarrado por dos corrientes antagónicas hegemonizadas por Óscar Arias y José María Figueres, respectivamente, ha elegido como su candidato presidencial a Antonio Álvarez, apoyado por los Arias; porque Toño, por sí solo, no representa mayor cosa en ese partido. Lo que resulta preocupante es que Óscar se ha convertido, para vergüenza y deshonra de la Patria de Juanito Mora, en una especie de vocero y socio menor, al igual que su “amigo” el expresidente español Felipe González, del magnate mejicano Carlos Slim, el hombre más poderoso económica y políticamente que haya habido nunca en la región. Slim aspira a monopolizar las telecomunicaciones de Costa Rica y, desde esa posición imponer los gobernantes, como lo hace en México.
Esto explica que lo único que Óscar le pidió a Toño, luego de que este fuera a rendirle pleitesía inmediatamente después de haber ganado la candidatura de Liberación, fue que, en un eventual gobierno suyo, iniciara la privatización del ICE; lo cual, demás está decirlo, constituiría un golpe mortal al Estado Social de Derecho, que es la base de la estabilidad política de que gozamos los costarricenses desde 1949. Hoy Óscar sueña con volver, a través de Álvarez Desanti, al ariato y su “dictadura en democracia”. Para evitar tan grave amenaza a nuestro régimen democrático, a las actuales generaciones de costarricenses nos incumbe el deber de refundar la República. Para lograrlo se requiere conformar un frente patriótico que sirva de trinchera a nuestro pueblo para consolidar y profundizar la mayor conquista democrática de su historia, como es el Estado Social de Derecho. La campaña electoral que se acaba de iniciar debe servirnos de punto de partida para esta nueva campaña nacional, como lo hiciera Don Juanito en 1856.
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