Ratings y encuestas
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 10 septiembre, 2007
“Numeral, numeral, viva la numeración”, cantaba el Puma. A mí me gustan los números. Me resultan muy lúdicos. Los juegos de lógica me apasionan. Hace más de 20 años conozco el Kakuro bajo el nombre de Sumas Cruzadas y ahora me resulta fácil encontrarlo en las ventas de revistas junto a los Sudokus en los que también me concentro cuando quiero desconcentrarme.
Sumo, resto, divido y multiplico jugando. Si bien las tablas del 2, 3 y 5 me hacen gracia, sin lugar a dudas la del 9 con sus resultados de espejo de abajo hacia arriba y viceversa me resulta mágica.
Me encanta medir. Tengo reglas, centímetros para costura y cuatro metros metálicos, uno de los cuales suelo llevar en mi cartera varios días al mes para medir en las tiendas los muebles que sueño ubicar en los espacios de mi casa previamente medidos. A veces dibujo a escala en hojas milimetradas espacios —escénicos o domésticos— para distribuir objetos de distintas medidas.
Soy pésima calculando a ojo: en la cocina tengo balanza y todo tipo de medidas de tazas, cucharas y litros para cocinar con exactitud.
A pesar de mi pasión por los números hay dos instrumentos de medición a los que no les tengo ningún respeto porque no me dicen nada. O casi nada: los ratings y las encuestas.
Mi trabajo como guionista me expone a la primera maldición: el rating. Semana tras semana tengo que escuchar que si el último capítulo tuvo más espectadores que el anterior. De estos números se sacan todo tipo de conclusiones que pocas veces me parecen acertadas: que si el partido de fútbol, que si el final de la novela colombiana o brasileña, que si el fin de semana largo y —por supuesto— que si el tema, el desarrollo o los protagonistas del capítulo de la serie.
Está bien, ni modo, se trata del trabajo. Lo que no soporto es la carrera desbocada por el rating de los canales de televisión y la satisfacción cuando los números los favorecen. Hay una pregunta fundamental que parecen no plantearse: ¿el rating y la calidad van de la mano? No. No siempre. Más bien casi nunca.
Llenar un noticiero de sucesos sangrientos no demuestra desarrollo periodístico. Realizar un programa que pretende provocar la lástima del espectador exponiendo las imágenes de niños con problemas, no es ofrecer un espectáculo de entretenimiento. (¡Si por lo menos estuvieran bien vestidos! Pero parece que las costureras hacen lo imposible para que los “bailarines” se vean mal). Pero como el rating es altísimo todo está justificado.
La otra medición es peor: las encuestas. El rating —al menos— es una medida real que no habla de calidad pero demuestra cantidad. Las encuestas cada vez son menos fidedignas. Es posible que la gente no responde a ellas con la verdad o que los encuestados cambien de opinión. Pero además, los datos extraídos de ellas son fácilmente manipulables a la hora de sacar conclusiones o en la forma de realizar su lectura. Al igual que las miles de variables que modifican el rating de un programa de una semana a otra con las cuales se deducen aspectos no siempre acertados, la interpretación de las encuestas ofrece un amplísimo margen de posibilidades no necesariamente correctas. Ya lo hemos comprobado en varias elecciones nacionales.
Así que yo sigo adorando los números, jugando con ellos, sin prestar oídos a esas medidas tan arbitrarias como son el rating y las encuestas.
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