¡Qué pena!
Pedro Oller [email protected] | Martes 20 octubre, 2009
¡Qué pena!
Amanecimos el jueves con un desgaste emocional, quienes somos futboleros, de olvido obligado. La mayor estuvo a segundos de implicarnos nuevamente con un Mundial y llevarnos a Sudáfrica, sin embargo sucumbió.
No encontrábamos razones, salvo por las históricas —esas que señalan lo pasado siempre como culpable—, para enfrentarnos al nuevo día.
Y, siendo así, arrancamos lento pero seguro, con caras largas y sin explicaciones.
Mas, como dice Marc Anthony, hubo alguien, quien al borde de la una de la tarde decidió ilustrarnos.
La señora codirectora de Telenoticias, en un comentario poco habitual, se abocó a remacharnos (cual si lo necesitáramos) las razones del fracaso.
Repitiendo —muy a su modo— lo que todos sabíamos y aportando nada. Para olvidar.
Si no fuera porque como codirectora de un noticiero y, de un canal costarricense líder, tuvo a bien el declarar en público que llama perras a los jugadores de la Selección Nacional.
De suponer que le luce más en privado que haciéndolo en televisión pero, en cualquier caso, nos resultó muy ofensiva y desproporcionada. Incluso para quienes no alineamos y por ende no merecemos ese mote, su confesión fue no requerida.
Dice la RAE que perra, en su peor (segunda) acepción que también es la más usada en nuestros lares, significa: una prostituta.
Consideración sexista y peyorativa. Algo inaceptable.
Aunque también significa chascarillo —sétima acepción que admito, he aprendido— y me pregunto, ¿estamos para darle el beneficio de la duda a la codirectora de Telenoticias ante semejante exabrupto transmitido en televisión y en vivo?
Salvó un poco la tanda el invitado por su trayectoria, por su conocimiento y porque, habiéndolo escuchado quien escribe por más de veinte años, no le recuerdo grosería semejante.
Don Javier Rojas sabe de fútbol. Lejos del fanatismo y de lo ordinario, por no decir pachuco, ha hecho escuela del periodismo.
Así, lo suyo sea lo deportivo y se limite —generalmente— a este ámbito que es el que conoce y el que le ocupa.
Sus comentarios, sin embargo, no eran del gusto de la señora codirectora quien quería un espacio ofensivo y agresivo para su noticiero. Las respuestas a sus preguntas eran minimizadas, las opiniones de su colega (bien por don Marcelo, ecuánime), obligaban siempre otro ataque de la inquisidora.
La señora codirectora no estaba satisfecha con su performance hasta entonces. Y así, justo cuando don Javier hacía crítica comparativa de otras selecciones y tuvo la ocurrencia de mencionar a la peruana, la señora codirectora dio fin al inusual espacio.
Merecemos todos, los costarricenses y quienes no lo son pero siguen su espacio, la disculpa obligada de alguien que parece no saber de límites ni de respeto.
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