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Profanadores de tumbas

Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 03 octubre, 2011



Profanadores de tumbas


En todas las culturas, entre los que profesan alguna fe o ninguna, la profanación de una tumba es un acto indignante. Todos tenemos nuestros ritos mortuorios y veneramos a la vez que exigimos respeto ante los muertos.
En México el sincretismo religioso ha desarrollado un culto a los difuntos, celebrado el 2 de noviembre, donde se mezclan las culturas indígenas con el catolicismo. El respeto es supremo.
Desde hace algunos años en nuestro país se profanan tumbas. En 2010 una docena de tumbas fueron asaltadas en el cementerio de Oreamuno, y en febrero de este año, el irrespeto al sepulcro de un anciano en el campo santo municipal de la ciudad de Limón, dio aviso de más de un robo de tumbas.
Aunque es difícil de comprender que un ladrón sustraiga las pertenencias de un difunto, es absolutamente inconcebible que se lleve su cadáver. Eso sucedió la semana pasada en Paraíso de Cartago cuando desaparecieron los restos mortales de Florencio del Castillo.
El religioso que da nombre a la autopista a Cartago, fue el mayor representante intelectual y político de la Colonia. Alumno destacado del Seminario Conciliar de León, Nicaragua, fue cura de Villahermosa (Alajuela) durante dos años, para luego regresar a la ciudad que lo hizo clérigo donde se distinguió como catedrático en filosofía y vicerrector del Colegio Tridentino.
Aunque poco había vivido en Costa Rica, su prestigio lo llevó a ser elegido diputado ante las Cortes de Cádiz, donde se destacó por su capacidad de oratoria, su defensa de los indígenas y sus logros a favor de estos.
Florencio del Castillo murió en Oaxaca en 1834. Sus restos fueron trasladados a nuestro país en 1971 y un año después fue declarado Benemérito de la Patria.
En 1974 se edificó una sala para hacer honor a sus restos en el Parque República de México de Paraíso de Cartago. Desde hace algún tiempo el mausoleo estaba abandonado y las autoridades municipales y eclesiásticas de la zona habían decidió trasladar los restos del sacerdote a Ujarrás, ciudad donde nació don Florencio el 17 de octubre de 1778. Sin embargo las fuerzas vivas del cantón, que ya habían presentado quejas por el descuido en que se encontraba el lugar, no estaban de acuerdo.
En Argentina, las transacciones con los muertos han sido frecuentes. Para recuperar el cadáver de Eva Perón se secuestró y asesinó a Eugenio Aramburu. La tumba de Juan Domingo Perón fue profanada en 1987 y sus infractores le cortaron las manos y se las llevaron junto con algunos elementos de valor histórico.
Luego de tantísimos años, a más de 170 años de su muerte, ¿qué podría quedar de valor económico entre los restos de don Florencio del Castillo? Poco y nada para vender. ¿Alguien quiere poseer las cenizas del benemérito? ¿Por qué? ¿De verdad estamos tan mal que los delincuentes se roban cualquier cosa (aunque no tenga valor de canje)? ¿O es que acaso el conflicto entre las autoridades y el pueblo sobre el destino del benemérito llegó a ser tan grave como para provocar el secuestro?
No sé. No entiendo. A mí, que me incineren y tiren mis cenizas donde mejor les parezca.

Claudia Barrionuevo
[email protected]

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