Primera crisis mundial en la era de transición hacia las energías más limpias (IV)
Roberto Dobles [email protected] | Lunes 27 junio, 2022
Las perspectivas económicas futuras se están viendo impactadas por la crisis energética actual que se inició en el 2021 y que se profundizó en el 2022, lo cual ha creado que los mercados mundiales de energía hayan entrado en una situación de gran alteración e incertidumbre.
Antes de la invasión de Rusia a Ucrania en febrero del 2022 ya existía una crisis energética, la cual fue causada fundamentalmente por dos factores cuyos efectos empezaron a impactar fuertemente al mundo en el segundo semestre del 2021:
• Los serios problemas relacionados con desabastecimientos en la oferta mundial de energía producidos por causas estructurales y coyunturales.
• El repunte en la demanda mundial de energía, como consecuencia del repunte económico en el mundo.
Ambos factores desencadenaron importantes alteraciones en el suministro mundial de energía, lo cual, asociado a una transición energética inadecuada, aumentó drásticamente los precios y la inseguridad energética, entre otros aspectos.
De esta manera surgió la primera crisis energética mundial en la era de la transición hacia las energías más limpias, la cual continúa agravándose con el tiempo sin que exista todavía una solución y una fecha estimada de cuándo podría terminar.
Muchos analistas internacionales estiman que esta crisis es muy severa y que podría ser mucho más seria y duradera que las crisis energéticas mundiales anteriores, incluyendo las crisis de los 70s y 80s.
Las crisis energéticas ocurridas en la década de los 70s han sido las más severas hasta este momento y fueron provocadas por dos eventos específicos que ocurrieron en el Medio Oriente que afectaron principalmente el abastecimiento petrolero mundial: la Guerra de Yom-Kippur de 1973 (guerra entre Israel y los países árabes) y la Revolución de Irán de 1979.
Ambos eventos provocaron interrupciones en el suministro de petróleo proveniente del Medio Oriente y provocaron importantes aumentos en los precios del petróleo y serias dificultades económicas y sociales para los países del mundo.
La International Energy Agency (IEA), brazo energético de los países de la OCDE, ratifica que la crisis actual es mucho más severa y preocupante que las crisis energéticas anteriores, incluyendo las crisis de la década de los 70s y los 80s.
Así lo señala la IEA en una reciente publicación titulada “Current Energy Crisis Is “Much Bigger” Than 1970s Oil Crunch” (IEA, International Energy Agency, May 31, 2022):
De acuerdo con el Director Ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía, el mundo enfrenta actualmente una crisis energética mucho mayor que las crisis de la década de 1970s.
En ese entonces, solo se trataba de una crisis relacionada con el petróleo. Ahora tenemos al mismo tiempo una crisis del petróleo, una crisis del gas natural y una crisis de la electricidad.
La crisis energética comenzó en el otoño del 2021, pero la invasión rusa de Ucrania la empeoró.
Los flujos alterados de petróleo crudo se suman además a una capacidad de refinación global reducida, lo que resulta en bajos inventarios de los derivados de petróleo, incluso en los Estados Unidos.
La capacidad de suministro de las refinerías, a nivel mundial y en los EE.UU., es ahora más baja que antes de la pandemia.
A nivel mundial, la capacidad de las refinerías también se está reduciendo, especialmente después de que los compradores occidentales, incluso en los EE.UU., ya no importan gasóleo de vacío ruso (VGO, del inglés “Vacuum Gas Oil”) y otros productos derivados intermedios necesarios para refinar el crudo en gasolina, diésel y combustible para aviones.
Un artículo titulado “El mundo puede estar acercándose a una crisis energética como la de la década de 1970, o peor” (CNN, 3 Junio 2022), basado en los análisis de varios expertos internacionales, señala lo siguiente:
El mundo está lidiando con aumentos de precios de la energía que desafían la gravedad, desde la gasolina y el gas natural hasta el carbón. Algunos temen que esto sea tan solo el principio.
La invasión de Rusia en Ucrania, ocurrida tras años de falta de inversión en el sector energético, ha llevado al mundo a una crisis que rivalizará o incluso superará las crisis del petróleo de la década de los 70s y principios de los 80s.
A diferencia de esos infames episodios, esta crisis actual no se limita al petróleo.
Ahora tenemos al mismo tiempo una crisis del petróleo, una crisis del gas natural y una crisis de la electricidad. Esta crisis energética es mucho mayor que las crisis del petróleo de los años setenta y ochenta. Y probablemente durará más. Es una especie de tormenta perfecta.
El alcance de esta tormenta perfecta, la falta de inversión en el sector energía, la fuerte demanda y las interrupciones de la oferta debido a la guerra en Ucrania, tendrán consecuencias de gran alcance, que podrían amenazar la recuperación económica del Covid-19, exacerbar la inflación, alimentar el malestar social y socavar los esfuerzos por salvar el planeta del calentamiento global.
Es una crisis para la que el mundo desgraciadamente no está preparado. Todavía no hemos visto hasta dónde llegará esta crisis energética.
La convulsión energética actual no es simplemente el resultado de la guerra en Ucrania. También es el resultado de una sub inversión en petróleo y gas natural y se requiere de enormes sumas de dinero solo para mantener su producción, por no hablar de aumentarla.
La inversión en el sector del petróleo y del gas natural ascendió a tan solo US$341.000 millones en 2021, un 23% por debajo del nivel anterior a la crisis del Covid-19, que era de US$525.000 millones, y muy por debajo del máximo de 2014, de US$ 700.000 millones, según el Foro Internacional de Energía.
La escasez de combustibles es un problema mundial. Se va a notar más muy pronto, aunque quizá no tanto en Estados Unidos. Este riesgo es menor en Estados Unidos porque el país sigue siendo uno de los mayores productores de petróleo del planeta y es un gran exportador de energía.
A los expertos internacionales en energía les preocupa que los responsables de las políticas de muchos países estén gestionando mal la crisis climática, centrándose demasiado en la reducción de la oferta y no lo suficiente en la reducción del apetito mundial por los combustibles fósiles (la demanda energética).
No estamos haciendo lo suficiente para reducir la demanda de hidrocarburos en consonancia con nuestros objetivos climáticos.
Si nos centramos en una sola parte de la ecuación (la oferta), corremos el riesgo no solamente de que suban más los precios, sino también de que se produzcan disturbios sociales y de que el público se aleje de las acciones a favor del medio ambiente.
Tenemos que tener cuidado porque si permitimos que el público equipare los altos precios de la energía con la transición energética, estamos condenados. Perderemos esencialmente el apoyo del público a la lucha contra el cambio climático, probablemente de forma permanente.
Otro artículo titulado “Rising Energy Prices Could Tip World Into 1980s-Style Recession” (oilprice.com, 31 May del 2022) señala lo siguiente sobre los serios impactos de esta crisis energética:
El aumento de los precios de la energía y la exclusión del petróleo crudo ruso del mercado global corren el riesgo de crear una recesión global.
¿Puede la economía global continuar expandiéndose con la reducción de los suministros de petróleo? Las estimaciones del Bank of America consideran que el mundo puede manejar una interrupción total de solo alrededor de 2 millones de barriles por día de petróleo ruso sin arriesgarse a una recesión global.
Como conclusión, se puede indicar que la primera crisis mundial en la era de transición hacia las energías más limpias está demostrando que no se puede hacer la transición energética restringiendo la inversión y la disponibilidad de petróleo y gas natural porque se provocan crisis energéticas (desabastecimiento, altos precios, inseguridad energética, etc.) que no solamente afectan severamente el desarrollo económico y social de los países, sino que además aumentan los niveles de pobreza y la misma transición energética.
La crisis energética actual está demostrando que la transición energética tiene graves problemas y que este proceso, que durará varias décadas, no es un movimiento fácil y bien lubricado para pasar de una realidad a otra.
Hay que tener muy claro que para que un sistema energético y su transición funcionen apropiadamente, se debe operar con suministros de energía abundantes, costos bajos, seguridad energética, aceptación social y emisiones decrecientes al ambiente.
La evidencia está demostrando que lo anterior no se ha venido dando y que la inversión y la disponibilidad de energías renovables y no renovables deben aumentarse.
Lo anterior para no crear desajustes peligrosos entre la oferta y la demanda durante la transición energética, como los desajustes que han provocado esta crisis.
La demanda de combustibles fósiles debe reducirse progresivamente de acuerdo con las crudas realidades a la par del aumento progresivo de la disponibilidad de las energías renovables, pero sin crear desajustes peligrosos en el abastecimiento energético (tanto de energías renovables como no renovable) como los desajustes que han provocado esta crisis.
Con la crisis actual, los países se han dado cuenta que la seguridad energética, los costos bajos y la exposición a altos y crecientes precios de la energía tienen una relevancia fundamental en la transición energética.
Los mercados muy ajustados en cuanto a la oferta y la demanda energética son muy vulnerables a los eventos externos que causan las crisis y a la naturaleza intermitente de varias energías renovables importantes (como la solar y la eólica).
Uno de los factores claves que ha contribuido fuertemente a la crisis actual y a la afectación de la transición energética ha sido los insuficientes niveles de inversión en las fuentes renovables y no renovables de energía.
Se estima internacionalmente que esta crisis podría modificar las premisas fundamentales de la transición energética actual.
Para poder realizar una transición energética exitosa, hay que tener muy claras las complejidades que existen entre las crecientes necesidades energéticas, la transición energética y la acción climática.
Es muy posible que, por las características diferentes a las anteriores crisis energéticas, los impactos de esta crisis no solamente se verán durante el período todavía incierto que dure, sino que igualmente alterarán la transición energética global y la evolución futura del mapa energético mundial.
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