Pornográfica alza
Luis Alberto Muñoz [email protected] | Viernes 20 enero, 2012


Pornográfica alza
Hace unos días, este diario publicó una reveladora gráfica sobre la cifra de los miles de trabajadores que el Estado ha contratado desde 2002 hasta la actualidad.
La tendencia casi exponencial de la línea me motivó a buscar un adjetivo que calzara con el alza lujuriosa sufrida en la contratación de empleados públicos hasta la fecha. Me tropecé con una palabra que me satisfizo: pornográfica.
Este término de origen griego, viene de la elaboración de obras de carácter obsceno, adjetivo que significa: impúdico, torpe, ofensivo al pudor, y este último del latín, pudoris: honestidad, modestia, recato.
Esta falta de “recato”, en el uso del dinero proveniente de los bolsillos del pueblo, ha provocado que desde el año 2002 hasta el presente, la planilla estatal aumentara en un 110%, alcanzando los 354 mil colaboradores.
Es oportuno hacer la salvedad, que tras la “movilidad laboral” ejecutada en el gobierno de Rafael Angel Calderón y hasta el final de la administración de Miguel Angel Rodríguez, se mantuvo mermado en unos 170 mil puestos.
Claro está que la duplicación de burócratas no es proporcional al crecimiento de la producción nacional, ni mucho menos se justifica en un cambio a favor de mayor eficiencia gubernamental.
Todo lo contrario, los indicadores de competitividad y calidad del servicio público demuestran que la atención a las necesidades del ciudadano más bien ha empeorado.
Si la pornográfica alza en el número de trabajadores del Estado no ha significado mejores servicios de seguridad, infraestructura, salud y educación, entonces, ¿qué hace ese montón de gente?
Esta es una prueba de que la función pública se ha convertido en un fin en sí mismo, perdiendo el norte del beneficio colectivo. Así, desde la cabeza de las instituciones hasta los burócratas de menor rango, algunos usan los recursos gubernamentales como si fueran privados.
El déficit fiscal, argumento central para abogar por más impuestos, tiene como causa el crecimiento desmesurado, año con año, de los gastos de un Estado glotón.
El control del despilfarro en la administración pública no puede limitarse a una acción de unos cuantos meses, sino que debe concebirse como un esfuerzo de autocontención que trascienda los gobiernos de turno.
No, señores, lo que urge a las finanzas de Costa Rica es detener esta orgía contra la planilla gubernamental, pues la “contratadera” no ha parado.
Luis Alberto Muñoz
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