Por qué las mujeres no vamos a la guerra…y el Día Internacional del Hombre
Marilyn Batista Márquez [email protected] | Jueves 25 noviembre, 2021
Con motivo del Día Internacional del Hombre, que se celebró el pasado 19 de noviembre, propicié el debate entre algunos compañeros del porqué no debe existir una fecha como esa, si el hombre –viéndolo desde el ángulo estrictamente de género– no tiene problemas de relevancia relacionados a discriminación y violación de sus derechos humanos.
Mi argumento se basó en que la celebración del Día Internacional del Hombre no tiene un asidero social, como otros días conmemorativos proclamados por la Organización de Naciones Unidas, ONU, como el Día Mundial del Cáncer de Próstata, Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto y el Día Internacional de la Mujer, entre muchos otros.
La discusión en el chat, en donde mantuve mi férrea posición de que el Día Internacional del Hombre es banal, se trasladó a otro espacio, en esta ocasión presencial, con diferentes personas. Cuando comenté las mismas razones por las cuales el susodicho día es a mi juicio una parodia y que no respondía a los postulados de derechos humanos y de igualdad que busca la ONU, cuando promulga un día de celebración o conmemoración internacional, uno de ellos me dijo la frase: “ustedes quieren igualdad cuando les conviene. Son el sexo débil cuando les sirve. Si las mujeres quieren igualdad, pues que vayan también a la guerra, como lo hemos hecho los hombres”. Lo anterior como respuesta a mis argumentos de defensa y promoción de la igualdad y respeto a los derechos humanos de las mujeres, que es lo que busca el Día Internacional de la Mujer y no el Día Internacional del Hombre.
Comparto mi réplica a la frase:
Premisa 1: Las mujeres no vamos masivamente a la guerra, porque presuntamente somos débiles y los gobiernos (dirigidos en su mayoría por hombres) nos quieren proteger.
En los conflictos bélicos contemporáneos sobreviven los que tienen más y mejores armas: ser fuerte, dar las mejores patadas y puños, no tienen que ver con la guerra contemporánea que es más tecnológica que física. Sin embargo, la historia tiene excelentes relatos de mujeres que han participado heroicamente en guerras, como la inglesa Hannah Snell, la española Agustina de Aragón, las hermanas Trung de Vietnam. Las onna-bugeisha, “maestras del combate”, eran mujeres japonesas que se encargaban de la defensa de los castillos mientras los hombres estaban en la guerra, aunque algunas de ellas también participaban en las batallas en campo abierto. Nuestra debilidad corporal no es la razón por la que no hemos participado físicamente en los conflictos bélicos.
Premisa 2: Las mujeres no vamos a la guerra porque supuestamente carecemos de carácter y capacidad estratégica de defensa y ofensiva:
La capacidad de diseñar estrategias de guerra no es un tema de género. Si bien es cierto que el mundo ha contado con grandes estrategas militares como Sun Tzu, Lord Nelson, Napoleón, George Smith Patton, esa capacidad no es única de los hombres. La peruana Manuela Sáenz es un excelente ejemplo de liderazgo militar. Ella diseñó estrategias de guerra y combatió en las principales batallas que consagraron la independencia de Ecuador y Perú, lo que motivó su ascenso a Coronela del Ejército Colombiano. María Bochkariova es otro emblemático ejemplo. Fue líder del batallón de la Muerte de Mujeres en la Primera Guerra Mundial. Su grupo abrió brecha en territorio enemigo para apoyar a un batallón compuesto por hombres.
Ciertamente los casos mencionados son excepciones porque a las mujeres, en la mayoría de las sociedades, se les ha limitado su participación abierta e igualitaria en casi todas las áreas sociales, políticas y económicas, incluyendo la milicia.
Entonces, cuál es la respuesta verdadera, sustentada por datos y hechos, del por qué las mujeres no vamos a la guerra. La contestación no es vinculante ni al amor ni a la deferencia que sienten por nosotras los gobiernos y jefes de fuerzas armadas, al pretender protegernos; tampoco responde a nuestra incapacidad estratégica. No vamos a la guerra en forma masiva, como en el caso de los hombres, porque hemos sido el frente interno en los conflictos bélicos. Esto significa que, mientras los esposos, hijos, padres y hermanos estaban en batalla, las mujeres eran las responsables de implementar las actividades del sector civil de un estado en guerra, incluyendo la producción de material de guerra.
Este frente interno -tan valioso como el frente externo-, durante las dos guerras mundiales ha asumido los trabajos industriales, agrícolas y de oficina para mantener a los países en funcionamiento. Fueron las mujeres las responsables de producir municiones, armas de combate, embarcaciones, tanques y hangares para construir aviones, mientras que en paralelo eran las responsables de realizar las tareas domésticas y de cuido de personas.
En conclusión, poco o nada tienen que ver la ausencia o la poca participación de mujeres en las guerras como un asunto de privilegio, dádiva o concesión por razones de género, como tampoco es vinculante el Día Internacional del Hombre a la defensa de sus derechos humanos.
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