¿Por qué la Tierra está enferma?
Alberto Salom Echeverría [email protected] | Martes 02 febrero, 2021
“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos.” Martin Luther King.
Dr. Alberto Salom Echeverría.
Febrero 2, 2021
El título que he escogido para este artículo contiene un supuesto que deseo explicitar: La Tierra, nuestro Planeta, el único que tenemos para vivir, padece una enfermedad, cuyo origen es antropocéntrico como causa principal, (proviene del mismo ser humano). Esta es una premisa, que hasta hace relativamente poco tiempo, los científicos que estudian el medio ambiente, la tienen por cierta. Sin embargo, tiene sus oponentes, principalmente entre los políticos que sirven los intereses de grandes empresas que obtienen la materia prima de los combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo, el gas y el gas metano.
Lo que es indiscutible ya, es que el Planeta se ha venido calentando; junto a ello tenemos que afrontar una variabilidad extrema del clima que va desde sequías que provocan serias hambrunas, hasta lluvias torrenciales como efecto del mismo calentamiento de las aguas en los océanos, así como el aumento en el nivel del mar, causado por el derretimiento de los casquetes polares, que existen desde la última glaciación. Se ha determinado que el calentamiento global puede oscilar entre 1,4 y 6 grados centígrados, en dependencia de las regiones, encontrándose la media global entre 2 y 3 grados centígrados. Además, ha habido un decrecimiento creciente de la biodiversidad causada por la desertificación que afecta el 40% de la superficie de la tierra. Hoy se padece una grave escasez del agua potable aparejada a una devastación de los bosques por efecto de la misma acción humana. De este modo, es palpable que la vida misma sobre nuestro planeta se encuentra seriamente amenazada. (Hathaway et.Boff, Ed. Trotta, 2014).
El teólogo Leonardo Boff, a quien tuve el privilegio de conocer, en nuestro propio país, pronunció una conferencia en la Universidad Nacional en 2016, cuando me correspondió fungir como Rector; en esa ocasión repitió una de las ideas centrales contenidas en su libro: “La opción Tierra. La solución para la tierra no cae del cielo.” Dijo entonces, “…resulta que la Tierra está enferma por causa de siglos enteros de agresiones por parte de la especie homo, que es a la vez sapiens(inteligente) y demens (demente).” -enseguida agregó- Una especie que ha dado sobradas muestras de que puede ser homicida y etnocida (exterminadora de hombres y etnias enteras) y que ahora puede ser ecocida y biocida (exterminadora de ecosistemas y especies vivas) y que, trágicamente, puede ser también geocida (exterminadora de la Tierra viva).”
Ante esta situación ¿podemos confiar en la misma especie humana para enfrentar esta vorágine de sucesos “fratricidas”? Nos espanta hasta dónde ha llegado la acción destructora del ser humano sobre el Planeta. A muchos les ha quitado la esperanza. Pero debemos entender algo, que es fundamental para no sumergirnos completamente en una espiral de desánimo colectivo: Primero, las soluciones no provendrán del cielo, sino de la misma “sapiencia” humana. Como ha ocurrido cada vez que nos hemos visto enfrascado en grandes conflictos mundiales (como las dos grandes guerras del siglo XX).
Cada debacle ha sido sucedida, tras mucho dolor y pérdidas de todo tipo, por grandes entendimientos y acuerdos que han encarrilado el curso de la historia. Segundo, en el mundo de hoy, casi integralmente globalizado, se ha impuesto un principio que subyace a casi todos los procesos en el ámbito económico y social: ganar dinero, como lo critican Mark Hathaway y Leonardo Boff.
El dinero se ha antepuesto a los derechos humanos, a la democracia, a la protección del medio ambiente, o cualquier otro valor; ello es una receta para el desastre. (Ibidem.2014). Esta lógica debe ser cambiada. Este principio puede ser cambiado por la sencilla razón de que no es una ley natural. Otros valores podrían incorporarse a las redes tecnológicas de la información, pero no a través de la tecnología, sino de una acción política civilizatoria.
¿Puede esto ocurrir? No por generación espontánea, sino mediante la congregación entre otras, de organizaciones no gubernamentales (ONG´s), cuyos integrantes posean la conciencia, la finalidad de proteger el Planeta de cara al calentamiento global y sus causas.
Es algo que no es a futuro, ya se está produciendo y hay síntomas esperanzadores de que esto es posible, como lo ha sido mediante una adecuada acción política. Puede sonar a quimera, pero les doy a mis pacientes lectores algunas pruebas: La primera de ellas es la cumbre de París o COP 21, que se produjo, como es sabido, a mediados del año 2015. A esta cumbre mundial por el Planeta asistieron casi todas las naciones. Ciertamente el gobierno de Los Estados Unidos se retiró posteriormente, un país clave. El gobierno de E.E.U.U. se retrotrajo después de que había dado un buen paso adelante durante el gobierno de Barak Obama, a consecuencia del advenimiento al poder de su sucesor, Donald J.Trump a principios del 2017. Por fortuna, nuevamente retornó a la COP, más recientemente, cuando el mismo Trump fue derrotado por el Partido Demócrata, eligiendo a sus nuevos liderazgos conformados por Joe Biden y Kamala Harris. La segunda prueba la constituye, justamente la derrota de Trump en las elecciones estadounidenses de noviembre del 2020. Trump devino en solo cuatro años en el líder más conspicuo de un movimiento que niega la participación humana en el cambio climático. Amén de su autoritarismo, racismo, misoginia y homofobia.
Estas luchas se han ganado, y aunque pudieran no ser definitivas, las mismas apuntalan corrientes muy poderosas que han venido instalándose desde principios de este siglo, a las que ya hemos hecho mención, que se han animado a proponer todo un conjunto de políticas comerciales alternativas en la misma Organización Mundial del Comercio, del G7 y G8, y en las que se han concretado propuestas globales para reestructurar las instituciones financieras más influyentes y determinantes del Planeta, que podrían cambiar la misma naturaleza de la globalización, tal como se ha impuesto hasta ahora. En definitiva, como han dicho Andreu Escrivá y Asier Arias, en la celebración del día de la educación ambiental: “las acciones individuales suman, pero solo la acción colectiva transforma.”