Pifia
Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 25 marzo, 2009
Pifia
Vilma Ibarra
Apenas hace ocho días rescatamos la importancia de la recuperación del diálogo y el debate democrático tras los aciagos días en que reinaron la polarización y la sinrazón de las verdades absolutas del SI y el NO sobre el TLC. Dijimos también que señales alentadoras de este nuevo aire de diálogo y negociación las estaban dando —entre otros actores— los diputados de gobierno y oposición al demostrarnos que es posible la negociación política con miras al interés común, con la aprobación de la ley potenciará nuestras capacidades para generar más energía hidroeléctrica. Energía limpia. Y finalmente insistimos en la imperiosa necesidad de que los actores políticos, sociales y académicos respondan al signo de los tiempos.
Por eso y para ser congruente, tengo que admitir que me sorprendió la petición de la aspirante presidencial del PAC a 14 diputados de su fracción para que retiraran el respaldo que habían dado precisamente a esa iniciativa. Me sorprendió por varias razones, pero tal vez sobre todo por dos aspectos del ejercicio político que ella no podía desconocer: por un lado, la cantidad de tiempo y esfuerzo invertida por diputados y asesores del PAC en adecuar ese proyecto justamente a las consideraciones y objeciones que ellos plantearon. Si bien el proyecto original era añejo, el texto sustitutivo que finalmente se aprobó fue el impulsado por los diputados de su agrupación, lo que equivale a muchas horas de negociación y trabajo de sus propios correligionarios, en virtud de lo cual precisamente la petición les provocó un rechazó absoluto.
Lo otro que resulta difícil de digerir es que precisamente habiendo sido diputada y consecuentemente conociendo las enormes dificultades que entraña llevar a buen puerto en este país, el mejor acuerdo político posible respecto de un asunto de interés nacional en el que hay diversas posiciones ideológicas, hubiera pedido volver atrás todo lo actuado para iniciar apenas ahora un hipotético diálogo nacional sobre la generación eléctrica en el país, cuando todos sabemos que estamos en una encrucijada en la que, entre otras cosas, precisamente por no terminar de entrarle a ese diálogo y sus correspondientes acciones de corto, mediano y largo plazo, estamos viviendo literalmente a coyol partido, coyol comido en términos de la energía hidroeléctrica que generamos, a tal grado que nos gastamos una millonada de dólares al año en alquilar plantas térmicas y por supuesto en el combustible que se requiere para alimentarlas para poder cubrir todos nuestros requerimientos.
Siendo así, tratándose de un proyecto necesario, más bien limitado en sus capacidades de producción y con tarifas reguladas por la autoridad competente, no acabo de entender esta salida de doña Epsy. Y conste que esto no significa para nada que haya cambiado de criterio respecto de la sanísima conveniencia de que el PAC vaya a una convención (aunque sea semicerrada o semiabierta). Más bien esa es la razón por la cual creo que es bueno que la precandidata lo piense dos veces a la hora de escoger las batallas que deberá ir librando.
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