Pedofilia y homosexualismo no son sinónimos
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 19 abril, 2010
Luego de cuatro largos años en el gobierno y sobre todo mucho después de las últimas elecciones, nuestro ya casi ex presidente se atrevió a apoyar la legalización de las uniones entre personas del mismo sexo.
Claro, no podía manifestar su opinión antes del primer domingo de febrero y arriesgarse a un nuevo ataque eclesiástico; recordemos que cuando don Oscar aseguró estar de acuerdo con eliminar el carácter confesional del Estado, Francisco Ulloa, obispo de Cartago, pidió a los feligreses desde el púlpito que no votaran por ningún candidato que apoyara el proyecto de ley que pretendía que el Estado fuera laico.
A pesar que nuestra Presidenta electa es aún joven, ha llevado una vida moderna, acorde con la de una mujer de su generación y suele estar de acuerdo con el señor Arias, siendo candidata afirmó de manera enfática que no apoyaba el Estado laico, ni las uniones gais. Estas opiniones posiblemente le valieron ser nombrada “hija predilecta de la Virgen María” por el mismísimo obispo Ulloa.
Hizo bien doña Laura; ¿quién quiere echarse encima a la Iglesia costarricense? Ningún político que se precie de serlo.
Debe ser por esto porque es un hábil estratega y obviamente tiene aspiraciones presidenciales que don Rodrigo Arias se desmarcó de la opinión de su hermano asegurando que tiene “un concepto de la familia como la célula básica de la sociedad”. Sus declaraciones confirman la falsedad de ciertos pasquines faranduleros que han osado comentar su supuesto romance con una modelo.
Si los políticos son poderosos, quienes tienen dinero lo son más. Sin embargo todos parecen acobardarse ante la institución eclesiástica. La Iglesia costarricense moviliza, manipula, dicta, decide y además tiene acciones en empresas relevantes de la economía nacional. Como quien dice: ¡está en todas!
Mientras en nuestro país los obispos mantienen su poder hasta el punto de obligar a los políticos a tomar ciertas posturas en temas de interés social, en el mundo en cambio la Iglesia católica parece estar experimentando una crisis tan grave como la que sufrió en el siglo XVI cuando debido a la altísima corrupción eclesiástica se dio la reforma protestante liderada por Calvino y Lutero.
Durante los últimos años las denuncias contra funcionarios eclesiásticos relacionados con la pederastia se han multiplicado, colocando al Vaticano en una delicada situación que sus autoridades no han sabido manejar.
Las últimas y poco afortunadas declaraciones del cardenal Tarcisio Bertone, asegurando que hay estudios que demuestran la relación entre homosexualidad y pedofilia, son sencillamente lamentables y descabelladas.
La pedofilia es una desviación, una enfermedad, una patología espantosa. El homosexualismo, no. La pedofilia hetero u homosexual debe ser perseguida y castigada. La definición sexual de cada individuo debe ser respetada, pues como bien afirmó don Oscar Arias: “son cosas que envía Dios y que sencillamente tenemos que evolucionar y aceptarlas”.
Claudia Barrionuevo
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