Para morirse tranquilo
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 23 junio, 2014

En nuestro país son pocos/as los que logran superar los miedos y prejuicios de lo políticamente correcto
Para morirse tranquilo
Cuando yo tenía 16 años, don Alberto Cañas era director del periódico Excélsior y publicó un poema mío con un halagador comentario de su parte. No era (no soy) poetisa. Era una adolescente y él, para mí, un señor mayor (tenía apenas un par de años más de mi edad actual).
A mediados de la década de los 80, mi mamá, Dionisio Echeverría y yo, administrábamos el Café del Teatro Nacional. Don Beto era un asiduo visitante: se acercaba a la barra, pedía un café negro, nos robaba un cigarrillo y nos echaba conversa a cualquiera de los tres. Yo era una adulta joven y él seguía siendo un señor mayor.
Le disgustó la escogencia de la traducción al español del “Cyrano de Bergerac” de Edmond Rostand que dirigió Jaime Hernández en 1987. La insolencia de mi juventud me provocó escribir un artículo (en la desaparecida revista ARS) defendiendo la elección, no en verso, del texto en cuya puesta en escena debuté como asistente de dirección.
Don Beto ya era una “vaca sagrada” de la cultura. En ese momento solo existían tres dramaturgos ticos: Daniel Gallegos, Samuel Rovinski y él. Yo no había empezado a escribir teatro, era apenas una aspirante a punto de enfrentar mi primera dirección profesional: “La Casa” de Gallegos.
Pertenecíamos al mismo gremio. No diré que éramos colegas, pues fue el mejor dramaturgo costarricense del siglo XX y no pretendo calzar en sus medias de colores. Nos encontrábamos con frecuencia en diversos teatros.
Desde 2004 éramos vecinos de columna del periódico LA REPÚBLICA. Ansiaba encontrarme con él en las cenas anuales de los articulistas. Su voz cascada, sus tirantes, sus ocurrencias, su educación, su cultura y hasta su irreverente insolencia, me divertían muchísimo.
Puedo sentirme orgullosa de haberlo tenido como espectador en más de una de mis puestas en escena. Me dedicó varios párrafos en sus múltiples escritos: algunos halagüeños, otros no tanto. Hace dos años dijo en una entrevista que como dramaturga yo iba por buen camino aunque me faltaba madurez. Me gustó su comentario: para él seguía siendo una jovencita. O una inmadura. No sé. ¿Importa?
Don Beto nunca cambió para mí. Cuando lo conocí él era un señor mayor y así se quedó: no envejeció, nunca llegó a ser un anciano, mantuvo su espíritu, su mentalidad preclara, su cerebro intacto y sagaz.
Cuando el Partido Liberación Nacional traicionó sus principios fundamentales, él decidió apartarse y acompañar a un nuevo movimiento ideológico.
El sábado 14 de junio desayuné leyendo la última entrevista que le hicieron en un periódico nacional. Me molestó que el periodista a cargo lo instara a criticar al nuevo gobierno y, más aún, que escogiera una frase sacada de contexto para titular la nota.
Alberto Cañas falleció el día del inesperado triunfo de la selección de fútbol de Costa Rica ante Uruguay en el Mundial 2014.
Pudo vivir, además, la llegada al poder (para muchos impensada) del Partido Acción Ciudadana ese mismo año.
En nuestro país son pocos/as los que logran superar los miedos y prejuicios de lo políticamente correcto y, además, tener una voz con autoridad.
¡Gracias, don Beto! Descanse en paz.
Claudia Barrionuevo
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