¿Para dónde van estos equipos económicos?
Alejandro Madrigal [email protected] | Viernes 16 marzo, 2018
¿Para dónde van estos equipos económicos?
Estoy bastante desmotivado con estas “presentaciones de equipos económicos”. Si hay un gremio al que le falta reflexionar, cuestionarse y autocriticarse es a los economistas. Gremio del cual formaré parte en pocos meses. Los dos Alvarado, quienes disputan hoy la Presidencia de la República, han presentado sus llamados “equipos económicos”, y luego de llevarnos la mano a la frente, estos equipos deberían preocuparnos e instarnos a cuestionarlos.
Hoy la economía está más afectada que nunca y es precisamente por una fila enorme de “expertos” como los presentados en estos días y lo que han hecho durante décadas dando resultados sumamente pobres. Y no, no me refiero solo al déficit fiscal, en torno al cual ha girado casi toda la discusión económica estos meses. Me refiero a un sistema económico sumamente desigual, injusto y excluyente. Este sistema que tiene a un millón de personas sumidas en la pobreza, mientras otros cientos de miles ya no saben qué hacer con tanto dinero. Donde tanta gente ni siquiera ha terminado la secundaria y no tiene las herramientas educativas básicas ni siquiera para tomar decisiones en torno a la planificación familiar y los hijos que efectivamente pueden y quieren tener, hecho que la condena a un círculo de pobreza. Mucho menos para un empleo digno, que le permita tener un hogar y condiciones para que los niños y jóvenes crezcan y se formen.
Nuestro sistema tributario es arcaico y nuestra autoridad tributaria está enormemente rezagada en sus labores. Dependemos esencialmente de impuestos indirectos (regresivos), porque el impuesto de renta es sumamente insuficiente, además de que no existe tal cosa como renta global, mundial o impuestos a las ganancias de capital, aspectos tributarios que cualquier país desarrollado posee. Y ni que decir de leyes que garanticen que efectivamente mentirle a la autoridad tributaria sea un delito tan grave como la corrupción y el enriquecimiento ilícito. Aquí los ricos cada día son más ricos y a pocos les importa. Las reglas tributarias están a su favor.
Los salarios reales se han empobrecido con el pasar de los años. Cada día a las personas jóvenes nos quieren pagar menos y son más los empresarios que se quejan de los salarios mínimos, sumas con las que nadie puede vivir dignamente. Y es que la creciente desigualdad en el ingreso tiene su gran raíz en la enorme desigualdad salarial, que no logra explicarse con la teoría económica con la que nos forman. Cada día es más difícil para nuestra generación aspirar a vivir solos o en pareja, tener hijos, un vehículo y una propiedad comprada o alquilada. Nuestro poder adquisitivo se ha deteriorado tanto que cada vez nos cuesta más salir del techo de nuestros padres. Esto también por un mercado inmobiliario que se ha inflado, de nuevo, premiando a quienes más tienen.
Bendecimos las políticas aperturistas porque sí, y nos importa muy poco lo que pase con quienes salen del mercado y deben cambiar su actividad productiva sin tener opciones porque no pueden competir en los nuevos esquemas. Para ellos, pobreza y exclusión. Y es que parece que se nos olvidó que tener empleo, hogar e ingreso dignos son también derechos humanos. El capitalismo desregulado nos acostumbró a que muchas personas vivan en pobreza y miseria y a que no nos importe, porque esas personas no tienen voz. Su única voz son las urnas electorales cada cuatro años y el 4 de febrero vimos qué puede suceder cuando esas voces normalmente apagadas gritan, apoyando contundentemente a un candidato radical y fundamentalista religioso con propuestas descabelladas y demagógicas en muchas dimensiones. Si nuestra realidad económica no cambia, nuestra realidad política tampoco lo hará y el shock religioso de hace pocas semanas será el primer evento de otros similares y hasta más graves. No podemos hablar de respeto a los derechos humanos, si no nos cuestionamos ni hacemos nada por transformar la realidad económica del país, pero parece ser que poco cambiará en los próximos cuatro años.
Es muy agotador. Me resulta increíble que quienes han defendido la agenda que solo ha favorecido a unos cuantos por tantos años hoy sigan teniendo tanta credibilidad como para meterse a dictar cátedra económica y a calmar inquietudes en los equipos de gobierno de los dos candidatos que disputarán la presidencia el 1° de abril. Los problemas económicos de Costa Rica van mucho más allá que solo el déficit fiscal, y aun limitándose a ese tema, la solución “brillante” en la que más insisten es contención del gasto. En otras palabras, afectar la inversión social y a quienes más necesitan un Estado robusto con políticas efectivas. Porque el hecho de que las familias de ingreso alto y los millonarios en Costa Rica paguen su parte justa siempre parece ser la última opción.
Siguen existiendo diferencias abismales entre ambos candidatos, en multiplicidad de temas, empezando por que solo Fabricio Alvarado ha desafiado la esencia democrática costarricense, libertades de muchos tipos y la dignidad de tantas personas, y solo él ha firmado un cheque en blanco con sus asesores económicos para que hagan y deshagan como gusten, sin ningún acuerdo público que transparente sus posiciones con el electorado. Sin embargo, para el caso de Carlos Alvarado, quien pretendía dirigir un gobierno progresista en todo sentido, priorizando la lucha contra la pobreza, la exclusión y la desigualdad, resulta poco creíble que esos objetivos lleguen a resultados más profundos siquiera que el gobierno actual, dados los nuevos asesores que entrarían a comandar su eventual Consejo Económico. Y es que los temas económicos se entrelazan con muchos otros en los que no se verán resultados apreciables sin cambios sustanciales justamente en lo económico. Por lo que parece que quienes soñamos con un sistema económico más justo y que empiece a revertir las desigualdades tan impresionantes a las que el último siglo nos acostumbró, tendremos que seguir esperando, porque sea quien sea que gane el 1° de abril, los sectores más privilegiados en el país ya garantizaron que mandarán sobre nuestra política económica, al haberse colocado estratégicamente en la campaña de los dos Alvarado.
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