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Otto, al filo de la navaja​

Leiner Vargas [email protected] | Martes 29 noviembre, 2016


Sí podemos evitar a toda costa, que otras emergencias similares llenen de dolor a nuestras familias, como ha sucedido en esta ocasión

Reflexiones

Otto, al filo de la navaja

Las capacidades científicas y tecnológicas de un país son de vital importancia en la gestión de los eventos de la naturaleza y de reducir el riesgo de nuestra comunidades ante los eventos climáticos que cada día son y serán más comunes. Investigación científica fiable sobre nuestros volcanes, la sismología de nuestra región y por supuesto, los eventos naturales tales como huracanes o mareas, son vitales para evitar y reducir en mucho, los riesgos asociados con los eventos en concreto, en el momento en que se presentan.
Empero, por mucho que hemos avanzado en el conocimiento de los fenómenos de la naturaleza, es aún necesario mucho más esfuerzo y preparación de nuestras comunidades, municipalidades y en general, todas nuestras fuerzas vivas en las localidades. Prepararnos y estar constantemente conscientes de los riesgos, que los eventos de la naturaleza pueden provocar en nuestras comunidades, es algo que debe mantenerse siempre, no solo días antes o días después de una emergencia. Esa es espero, la principal enseñanza de Otto para la sociedad costarricense.
Pero claro, los eventos naturales no nos dicen con precisión su evolución y los factores que pueden combinarse son siempre muchos y muy diversos. Temperatura, topografía, fuerza del viento y otros tantos valores del clima, que pueden modificarse y como tal, anticiparse a los efectos o los lugares de mayor impacto es difícil y siempre puede ser riesgoso. Ante todo ello, la mejor medida es prevenir y prepararse para la peor de las calamidades, esperando que no suceda, pero que si sucede, al menos, tenemos las capacidades para atenderlo con la mayor prontitud.
Por eso hasta la madrugada del pasado viernes, todo parecía haber resultado a la perfección en la actuación de nuestras instituciones. Las evacuaciones en las zonas de riesgo del Caribe y la prevención, en el Pacífico sur ya se habían realizado en tiempo y lugar. No así en la parte norte del país, donde relativamente poco se previó sucediera. Es cierto, la naturaleza nos jugó una pasada y se ensañó con Upala, Bagaces y algunas de las comunidades aledañas. El viento y las copiosas lluvias provocaron un desastre en unas muy pocas horas.
Nos tomaron claramente desprevenidos en esas comunidades y los resultados, han sido muy lamentables. Repito, aprender de la emergencia es un deber para nuestras autoridades de la CNE y del Estado en general, esto debe de ser una lección más para prepararnos hacia el futuro, no obviar ninguna de las posibilidades por más remota que parezca, otra vez más, más vale prevenir en exceso que lamentar.
Al igual que Japón, Chile y otros tantos países y regiones del mundo, nuestro país está expuesto a las vulnerabilidades de los eventos catastróficos provocados por la naturaleza, la diferencia en esos países respecto a Haití y algunas regiones de África, es sencilla, la capacidad de la sociedad de recuperarse y de devolverles a las comunidades afectadas las condiciones materiales para su desarrollo. Es claro que no se debe, ni se puede ser mezquino con esas comunidades que reclaman hoy, no solo ayuda en el corto plazo para reponerse de la emergencia, sino apoyo para avanzar en sus planes de desarrollo regional. La fortaleza de un pueblo ante una emergencia, se mide en la capacidad de la sociedad de reponerse y de garantizar la continuidad y normalidad de la vida de las comunidades afectadas. Esta lección es vital de aprender a tiempo, independientemente del partido político o la autoridad local que se encuentre en las municipalidades, debemos como Estado y como sociedad, aportar sin mezquindad para reponerles la esperanza y el camino al desarrollo, a esas comunidades afectadas y claramente en desventaja.
Lo mas lamentable de todo es la pérdida de vidas humanas, lo que nos llena de dolor a quienes vivimos en este hermoso país. La solidaridad para con los familiares y el compromiso para evitar que este tipo de experiencias se repita, debe de ser un objetivo continuo como sociedad. Seguramente, no podremos hacer mucho con la leche derramada, pero sí podemos evitar a toda costa, que otras emergencias similares llenen de dolor a nuestras familias, como ha sucedido en esta ocasión. Ampliar los esfuerzos para fortalecer, en cada uno de nuestros distritos, comités locales de emergencia capacitados y con las condiciones necesarias de logística, para atender a la población, debe de ser un tema central para futuro.
Prevenir y evitar a toda costa el riesgo nos obliga a mejorar la planificación territorial y sobre todo, disminuir de forma sustantiva las desigualdades en oportunidades e ingreso, que forman parte sustancial de los condicionantes materiales que llevan a muchas de nuestras familias a exponerse a condiciones de vulnerabilidad mayores y vivir, tal como algunos dicen, al filo de la navaja. Ninguno de los que habitamos este país estamos eximidos de tener un evento de la naturaleza, por eso debemos ser mucho más solidarios, hoy por ti, mañana por mí. Así las cosas que en esta Navidad no olvidemos este ejemplo y lección de Otto, que la respuesta sea oportuna e integral a la emergencia y que no olvidemos la necesidad de seguir siempre preparados para enfrentar mejor en el futuro un evento de riesgo similar.

Dr. Leiner Vargas Alfaro
www.leinervargas.com

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