Nuestro sistema político está tieso
Alejandro Madrigal [email protected] | Viernes 28 septiembre, 2018
Nuestro sistema político está tieso
Recién pasados los primeros cuatro meses de la gestión del presidente Carlos Alvarado, ya es común escuchar y leer frecuentes críticas por la insatisfacción, disconformidad o expectativas no cumplidas en todos los temas que el Gobierno ha tratado hasta la fecha, que no son pocos. Y eso está excelente, es deseable que en una democracia existan múltiples voces y constante crítica y revisión de la labor del Gobierno. Pero también es deseable que las críticas las soporte madurez política, balance, sensatez y una dosis de realidad.
Hoy del presidente, su Gobierno y del poder legislativo se esperan muchas cosas: arreglar el desastre fiscal, atender la urgencia de mejorar el transporte público, componer nuestra red vial, aprobar matrimonio igualitario como nos demanda el derecho internacional, implementar la norma para aborto terapéutico, mejorar el nivel de seguridad ciudadana e incidir en nuestro estancado sistema educativo, por citar algunos ejemplos. Y ante esas y muchas otras exigencias, necesarias todas, pero que no se pueden resolver todas de inmediato, está faltando claridad y realidad sobre hasta dónde llega el margen de acción y el poder del presidente y del Gobierno.
Nos está costando ver que, en Costa Rica en particular, el poder está tremendamente repartido, tenemos demasiados pesos y contrapesos y tenemos un Estado que posee serias ineficiencias. Nuestro Estado es sumamente rígido y mover el aparato institucional para alcanzar cambios implica mover muchas extremidades rígidas.
Esto en particular ha impactado en la discusión de la reforma tributaria y en las demandas de los sindicatos han hecho en este contexto de huelga. Al igual que muchas personas, yo también quisiera mayor progresividad de la reforma fiscal. Así también lo quisieran el presidente y su gabinete, pero por desgracia, en esta configuración actual de fuerzas que tenemos, el presidente y la ministra de Hacienda no pueden solos llegar con la reforma que quieran. El poder está repartido y resulta indispensable negociar.
Aprobar una reforma tributaria (cosa que ningún presidente ha logrado recientemente) implica demasiado trabajo, negociaciones, consensos y sentido de realidad. Si aspiramos a la reforma perfecta y completa para aprobarla, muy posiblemente saldremos con las manos vacías y entraremos en una verdadera crisis. La política del “todo o nada”, en medio de esta urgencia económica, puede ser muy peligrosa.
Desde mi óptica, varias cosas son ciertas:
1. La reforma plantea una realidad tributaria que, si bien no es ideal, es mucho mejor y más progresiva que la actual. Hoy día no contamos con IVA, algo que la gran mayoría de países ha implementado desde hace años, los impuestos de renta podrían ser mucho más progresivos y no gravamos las ganancias de capital casi del todo. Son tres elementos demasiado básicos que la reforma viene a implementar.
2. Aumentará mucho más la recaudación y nos dará un importante respiro para evitar la crisis. Nuestra economía no aguanta pasar un solo año más con este nivel de endeudamiento. Por un lado, las tasas de interés seguirán creciendo hasta volver el tema insostenible, o por el otro, el Gobierno se quedará sin recursos para pagar salarios ni actividades elementales.
3. Siempre quedará espacio para plantear nuevas reformas y profundizar ciertos impuestos para tener un marco más progresivo. La discusión fiscal no acabará con la aprobación de la reforma, en especial porque solamente se soluciona una parte del déficit.
4. Defiendo fuertemente el derecho a la huelga y el papel de los sindicatos en una democracia, pero hoy en particular los sectores sindicales están rayando en la intransigencia al oponerse a esta reforma que tanto ha costado consensuar. Porque la alternativa a la reforma fiscal es despedir a una cantidad enorme de funcionarios o, aún peor, un default económico.
5. Necesitamos más sentido de realidad para entender que no está solo en manos del Poder Ejecutivo el resultado final de la reforma fiscal. El poder está repartido y sin grandes acuerdos y consensos, no habrá reforma del todo. Más bien, resulta admirable que un presidente que apenas cuenta con 10 diputados de su partido haya logrado un acuerdo de la magnitud de este plan fiscal, con las imperfecciones que evidentemente tiene, pero que igual resulta sumamente necesario y urgente.
6. Seguiré creyendo que la estructura tributaria y las reformas que ocupamos en la nuestra no son solo para dotar al Estado de recursos como un fin en sí mismo, o para evitar la crisis nada más; si no que son un mecanismo para redistribuir la riqueza y tener una sociedad un poco menos injusta. Con nuestra estructura actual, poco de eso sucede. Por eso el tema no acaba con esta reforma, pero sí nos urge dar ese gran paso.
En vista de todo esto, es claro que el margen de acción del Poder Ejecutivo es limitado, por lo que algunas de las exigencias de los sectores en huelga llegan en la intransigencia o podrían estar funcionando para ocultar otros motivos que no se están discutiendo, como las reformas al empleo público. Nunca vamos a tener una reforma tributaria perfecta, pero hay que garantizar que sea lo mejor posible dentro del contexto en el que estamos y las posibilidades reales que tenemos.
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