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COLUMNISTAS


Nuestra democracia y lo afortunados que somos en disfrutarla

Emilio Bruce [email protected] | Viernes 08 febrero, 2019


Criticamos con frecuencia la democracia que vivimos y hacemos reparos casi a diario sobre las instituciones democráticas que regulan afortunadamente nuestro vivir. Con frecuencia se lee y se escucha que las leyes se tramitan de manera muy lenta. Que los diputados son desastrosos, incultos e incapaces. ¿Que cómo van a hacer leyes quienes no saben ni qué son estas?

Yo tiendo a mirar las cosas de manera diferente. La Asamblea Legislativa es una Asamblea popular no es una asamblea aristocrática ni elitista. Allí son electos diputados de todos los rincones del país y de todos los posibles orígenes y oficios. Esa es la esencia misma de la democracia, llevar al gobierno al pueblo para que este pueblo gobierne para el pueblo. No sabrán hacer leyes, pero tienen muchos buenos asesores que sí saben. Las leyes se aprueban con lentitud y bien podría la sociedad analizar qué elementos pueden ser aligerados, qué requisitos eliminados y aprobar las mismas solo con un debate, no dos. Pero nuestro sistema de elaborar las leyes con sus fallas es adecuado para garantizar que todos estén prevenidos de lo que se discute y se va a aprobar, que los diputados analicen los proyectos en comisiones y luego los discutan y voten en plenario. El procedimiento permite que las partes sean oídas en sus opiniones a favor y en contra. El proceso permite la representación de las minorías. Una vez votada la ley no es que existe una dictadura es que las leyes se obedecen.

Con frecuencia se lee y se escucha de los grandes sueldos de los diputados. Son salarios modestos si se comparan con otros puestos de gobierno o de instituciones descentralizadas. Sus salarios son modestos y su trabajo es extenuante. He escuchado que no deberían pagarles nada y me pregunto, ¿alguien va a trabajar duro y hacer mucho por nada? Creo que hay injusticia en esa y otras frases.

Calificaciones similares se pueden apreciar sobre ministros, viceministros, presidentes ejecutivos y gerentes de las instituciones. Hay espacio para cerrar algunas de ellas, hay necesidad de parar los abusos, los desperdicios y las duplicidades, pero es menester contratar a lo mejor de lo mejor para administrar los asuntos públicos. ¿Cómo es eso de que mejor les pagamos poco para lo que hacen? La postura correcta es contratemos los mejores y paguémosles como tales. Que sus remuneraciones sean un estímulo para hacer más y hacer mejor. Traigamos a lo mejor para hacer avanzar aceleradamente a Costa Rica.

¿Cómo es eso que el Presidente tiene un salario inferior al de un gerente de sucursal bancario de la banca estatal? ¿Cómo es eso que un jefe de departamento en la CCSS es mejor remunerado que el ministro del ramo y rector del sector? ¿O sea los salarios pagados a los puestos de más alta responsabilidad mejor los sacrificamos? Criticar porque aseguramos que son malos, y pagarles como si fueran pésimos no contribuye a crear una administración pública profesional de grandes alcances. La escogencia debe ser hacia la excelencia. Excelencia en lo profesional y lo intelectual, así como en lo moral. Personas intachables junto a una hoja de vida de esfuerzo y dedicación a aprender y a poner en práctica lo aprendido.

La reforma de la elección de diputados para eliminar las listas y votar por nombre de los diputados, los referendums revocatorios de mandato, la elección parlamentaria de medio periodo, la reelección inmediata para descartar aquellos diputados que no han sido eficaces y reelegir a quienes han sido destacados nos llevaría a mejorar el parlamento. ¡Hagámoslo pronto, hagámoslo con espíritu de urgencia!

El Servicio Civil debe de ser revisado, así como los procedimientos de administración de recursos humanos de todas las dependencias estatales autónomas o centralizadas.

Tiene el país más de 300 instituciones autónomas. Pareciera un exceso. Debemos hacer un esfuerzo para fortalecer aquellas importantes y fusionar las menos significativas con otras. Las instituciones que queden deberían ser administradas por personas de gran preparación y criterio, seriedad y gran moralidad.

Fortalecer el Estado de derecho y respetar la división de poderes es primordial para fortalecer la confianza en nuestro sistema y gozar de reglas claras, estables y sencillas que ayuden y no entorpezcan nuestra vida ni nuestro trabajo.

Finalmente se dice, se lee y se oye que se necesita una renovación, caras nuevas, gente joven. Casi estoy de acuerdo, pero ser joven no es sinónimo de ser competente. Ser joven no es identificable con tener destrezas y habilidades apropiadas. La juventud es maravillosa, pero se requiere en esa renovación el ingrediente de excelencia, de estudio, de preparación, de disciplina y de experiencia apropiada. Respeto profundamente a quienes lucen los surcos de arrugas producto de experiencias y angustias vividas. Respeto las canas de quienes ya atravesaron el umbral de las mayores pruebas de la vida. Yo no descarto a las personas de 50 y 60 años por viejos, los aprecio por su sabiduría. La renovación de caras y de nombres siempre debe hacerse, pero de manera pensada, pausada e inteligente. Este cambio no debe ser una venganza o un castigo, esta renovación debe ser una etapa en el ciclo natural de la vida.

Cuando miramos a nuestro entorno y vemos las crisis por las que atraviesan países amigos que fueron ricos y hoy yacen en la más abyecta pobreza y desesperación porque sus ciudadanos inicialmente escogieron esos gobiernos populistas, porque sucumbieron a sus promesas y que escogieron líderes por su carisma y no por sus capacidades. Me asusta que esos populistas resultaran tiranos, déspotas que los han hecho pasar hambres, desempleo, desolación y muerte. Me hace pensar lo afortunados que somos los costarricenses de disfrutar un Estado de derecho, una administración democrática, un gobierno renovable, un Poder Judicial separado del Poder Ejecutivo y un Tribunal de Elecciones independiente de los poderes Legislativo y Ejecutivo. Me asusta la insatisfacción costarricense respecto de nuestro sistema y las alabanzas de muchos de aquellos despotismos. Me preocupa el atractivo que pueda tener para los costarricenses el espejismo de la economía colectivizada, de las órdenes de un comandante tirano, el éxodo de la patria buscando libertad y trabajo.

Con todos nuestros defectos y nuestras limitaciones, nuestra lentitud y yerros estamos infinitamente mejor que cualquiera de esas otras naciones. A mejorar y a consolidar nuestra institucionalidad de manera permanente. Cuidémonos de darle vida cada día, legitimidad continuamente y jamás debilitarla o destruirla.

Cuidemos a Costa Rica. La patria es siempre primero.

Emilio R. Bruce

Profesor




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