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Noticia en desarrollo

Vilma Ibarra [email protected] | Martes 25 agosto, 2015


Hay de todo y para todos los gustos. Esa es justamente la cuestión: que todos tienen algo de razón. No hay verdades absolutas


Hablando Claro

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Éramos tantos...
Como si no fueran suficientes todos los desafíos y desencuentros cotidianos que teníamos, llegó Uber.
Y entró a codazos y empujones. Y los otros respondieron con las armas más peligrosas de la impotencia y el miedo: la violencia.
En esta primera fue la violencia de las patadas y los golpes contra un vehículo. Pero resulta previsible que la situación —sino se contiene adecuadamente— vaya a más.
Y si ya sin violencia los ánimos están exacerbados, es fácil imaginar en lo que puede degenerar este nuevo desencuentro social.
¿Insolentes y asustados unos. Intransigentes (acaso prepotentes y arrogantes) los otros?
Como ya es usual en estos tiempos de vertiginosidad digital, el gobierno no tuvo chance de reaccionar con una estrategia mínima para enfrentar la situación. Desbordados los ánimos, el Presidente de la República debió salir este fin de semana a intentar calmar las aguas y enmendarle la plana a su Viceministro de Transportes, un joven profesional sin experiencia a quien el Ejecutivo dejó solo en la cancha frente a los medios de comunicación y los voceros y defensores de Uber durante dos semanas, manejando un asunto muchísimo más grande que él. Que por supuesto lo desbordó. Y como era esperable ahora lo más fácil es pedir su cabeza.
En todo caso, así juega Uber en el mundo: Irrumpe en la escena local. Provoca caos y desencuentro y en unas cuantas horas ya está operando. En pocas palabras, se aprovecha justamente de su capacidad de tomar por asalto a los gobiernos y el statu quo establecido. Ese que tanto criticamos y vilipendiamos, pero que resulta constituye el Estado de Derecho. Ah sí, y también, la seguridad jurídica que tanto proclamamos defender.
¿O más bien privilegiamos la libertad sin límites?
Hay de todo y para todos los gustos. Esa es justamente la cuestión: que todos tienen algo de razón. No hay verdades absolutas.
Pero volvamos a Uber. Dicen que su significado en alemán se traduce en “pasar por encima de todo y ser el mejor de todo”.
¿A cualquier costo?
Una cosa es que la tecnología llegó para quedarse. Eso lo sabemos todos. No se trata de ponerse a pelear con molinos de viento.
Otra distinta pareciera ser la estrategia de tomarse por asalto el territorio ignorando las susceptibilidades del entorno. O más bien desdeñándolas.
Lo cierto es que hoy frente a las reivindicaciones legales y constitucionales, tenemos un problema de desencuentro social. Es decir, un problema político nuevo.
Entonces: ¿abrimos nuevas oportunidades de negocios para garantizar “comunidades de autoabastecimiento” como argumentan los defensores del nuevo modelo de negocio de transporte privado? ¿O mantenemos el viejo esquema de protección de taxistas, ya de por sí en declive?
¿Y las consecuencias sociales y de empleabilidad de todo esto? ¿Habrá forma de conciliar ambos extremos?
Uber: Un negocio multimillonario desarrollado en escasos cinco años que opera en 60 países: 250 ciudades del mundo.
Uber en la pequeña Gran Área Metropolitana costarricense.
Una noticia en desarrollo.

Vilma Ibarra

 

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