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No matarás

Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 21 junio, 2010



No matarás


Invadidos como estamos por las moscas, he desarrollado una verdadera destreza en el uso del matamoscas, logrando cercenar la vida de los molestos dípteros sin aplastarlos gracias a un golpe certero. Me siento orgullosa de mi precisión. No se podrá decir de mí que no mato ni una mosca. Lo hago y muy bien.
No negaré haber perseguido más de una cucaracha zapato en mano: logro vencer el asco y el miedo y no me importa perder la elegancia con tal de hacerlas desaparecer de mi vista. Esas sí no se libran del aplastamiento. Para mi desgracia.
Ni hablar de los desagradables mosquitos que termina una palmoteando cual bailarina de flamenco.
Una vez atropellé un perro con mi vehículo. Fue hace muchísimos años y aunque no murió aún recuerdo sus gemidos de dolor y la angustia que pasé hasta que supe que se había recuperado.
Imagino que quitarle la vida a una persona debe producir una sensación espantosa, imposible de superar. Si por un terrible accidente fuera responsable de la muerte de otro ser humano, la culpa me carcomería para siempre. Me quedaría estancada en ese momento trágico.
Ahora bien. ¿sería yo capaz de asesinar intencionalmente? Cuando me entero de casos reales de personas aparentemente pacíficas que en determinadas circunstancias matan, no puedo evitar preguntarme ¿qué hubiera hecho yo? La defensa de mis hijas supongo que como para la mayoría de las madres es la única razón que me movería tal vez a cometer un acto de violencia semejante.
Aunque en el Antiguo Testamento abundan los asesinatos, la religión judeo cristiana ordena no matar. En la mayoría de las sociedades contemporáneas el asesinato es un pecado y un delito. Sin embargo todas se las arreglan para justificar sus crímenes enarbolando motivos nobles, razones lógicas, justificaciones indiscutibles. Así se arman guerras y se mantienen por décadas.
No apruebo los conflictos armados, los asesinatos, el terrorismo, los ajusticiamientos, la pena de muerte, venga de donde venga.
Escribí en contra de la muerte la semana anterior y un amable lector publicó un artículo indicándome que estaba desinformada. Don Mayer Tropper tenía razón. Uno de los seis barcos turcos que pretendieron romper el bloqueo que Israel y Egipto mantienen sobre Gaza, no fue atacado con misiles. Tampoco murieron 18 personas, sino nueve.
Coincido con el señor Tropper en que los civiles no son ángeles, lejos estoy de pensarlo. Admito tener que hacer un esfuerzo para creer en la bondad de los ejércitos: ser latinoamericana y haber vivido durante la década de los 70 y 80 han provocado en mí serios prejuicios contra la casta militar.
Comprendo la molestia de don Mayer pero puedo asegurar públicamente que no soy enemiga de Israel ni de ningún otro Estado: soy enemiga de la guerra y la muerte venga de donde venga.
Por eso no quise centrar mi columna solo en los hechos acontecidos el pasado 31 de mayo lejos de las aguas territoriales de Israel y condené otros sucesos que a mano de civiles o militares han provocado muertes inútiles. ¿Es que acaso algún deceso es útil? ¿Para quién?
Agradezco siempre a quien se toma el tiempo para dedicarme unas líneas ya sean estas a favor o en contra. Mi agradecimiento sincero a don Mayer Tropper.

Claudia Barrionuevo
[email protected]

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