No debemos olvidar la memoria
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 20 septiembre, 2010
No debemos olvidar la memoria
Siempre he tenido una especial fascinación por los doctores. La vida y la salud me permitió encontrarme con algunos fuera de serie: no solo como médicos, como seres humanos. Oscar Ortiz, Oscar Robert, Jorge Miranda, Rodolfo Hernández Romero y últimamente José Francisco Ulloa, me han acompañado en procesos fundamentales de mi salud física y emocional. Con todos establecí una relación personal más allá de las consultas médicas.
Cuando uno confía en un doctor se entrega físicamente a él de forma mágica: los pudores corporales desaparecen y la intimidad que se establece es única.
Ahora bien, para los padres y madres, compartir el cuidado de sus hijos con un médico es una muestra de confianza superior.
Cuando mis hijas nacieron tuve la suerte de conocer y elegir a un médico excepcional, a un ser humano sensible, culto e inteligente: el doctor Alberto Sáenz Pacheco. Aún hoy que Manuela y Valeria son adolescentes no dejo de consultarlo ante cualquier duda —de ellas o mía— y así será por muchos años más.
No tuve la suerte de conocer a su padre, pero habiendo sido el pediatra de mi primer marido y de sus hermanos, supe que mi suegra había confiado en él como yo en su hijo. A través de ella de Minina conocí muchas historias fantásticas sobre su devoción por los niños.
El doctor Sáenz Herrera se destacó como médico, investigador, funcionario, educador, gestor e incluso como criador de ganado lechero. Condecorado con la Orden de la Corona por el Gobierno de Bélgica en 1963, y ganador de varios premios internacionales en ferias ganaderas, el precursor de la pediatría en nuestro país fue ministro de Salud, vicepresidente de la República, profesor y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Costa Rica, presidente del Colegio de Médicos y Cirujanos y de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). No por casualidad el Hospital Nacional de Niños lleva su nombre.
Pocos meses después de cumplir 70 años el 7 de noviembre de 1980 el doctor Sáenz Herrera murió, dejando un vacío que su hijo ha sabido llenar con gran sabiduría.
Cuando él su hijo, Alberto Sáenz Pacheco fue distinguido con el mismo cargo que su padre presidente de la CCSS muchos lamentamos su decisión de aceptar tal designación. Algunos sufrimos por el hecho de perder a un pediatra excepcional: yo esperé que volviera a su oficina congelando la atención a mis hijas. Otros más entre los que también me cuento creíamos que la CCSS se había convertido en un ente muy difícil de manejar si no se contaba con el apoyo político necesario para solucionar los grandes problemas de la institución. Así fue. Cuando regresó a su consultorio me alegré como muchos.
Hace algunos días el 1° de setiembre se cumplió el centenario del nacimiento del doctor Carlos Sáenz Herrera. Pocos se acordaron de él, aunque había sido nombrado Benemérito de la Patria el mismo año de su deceso. Eugenia Fuscaldo —amiga mía y de su hijo Alberto, mi dilecto pediatra me llamó para hablarme acerca de la pérdida de la memoria del costarricense.
Ahora que se discutió si don Juan Rafael Mora es o no un Héroe Nacional, es un buen momento para reflexionar sobre la memoria histórica. ¿Recordamos a todos los que hicieron una gran labor por el país? ¿O no?
A medida que envejecemos la experiencia que no es más que memoria aplicada— nos hace más sabios. Un país sin memoria tropieza siempre con las mismas piedras. No debemos olvidarlo.
Claudia Barrionuevo
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