No hay condiciones básicas para una jornada laboral flexible
Marilyn Batista Márquez [email protected] | Jueves 13 febrero, 2020
Cuando tuve conocimiento del proyecto de ley 21.182, que plantea que las y los trabajadores laboren cuatro días a la semana y descansen tres, supuse que era similar a los aprobados en países como Francia, Alemania, Suiza y Nueva Zelanda. Empero, resulta que en la versión tica tropicalizada, propuesta por la diputada liberacionista Ana Lucía Delgado, y que impulsa el Presidente de la República Carlos Alvarado, sí se trabaja en la semana cuatro días y se descansa tres, pero la gran -¡gran!- diferencia, es que aumenta la jornada laboral diaria a 12 horas.
Tanto en Francia, con más de 20 años de jornada laboral de 35 horas, como en Alemania y los demás países mencionados, se redujo el tiempo laboral (un día o 2 horas diarias menos), manteniendo la misma cantidad de tareas, responsabilidades y el mismo salario, porque el objetivo primordial de la acción era y continua siendo aumentar la productividad y la competitividad del país, y con ello retribuir a los empleados con mayor tiempo libre para el ocio, combinar estudio y trabajo, encontrar trabajo de medio tiempo, y compartir (hombres y mujeres) las tareas del hogar y el cuidado de los familiares.
La mejora de la productividad utilizando como incentivo la reducción en las horas y/o días de trabajo, manteniendo el mismo salario, ha quedado demostrado en docenas de estudios, como el que implementó en Japón Microsoft el año pasado, a través del programa “Work Life Choice Challenge”. Esta empresa cerró sus oficinas todos los viernes de agosto y otorgó a los empleados un día libre adicional cada semana, logrando un aumento en la productividad de casi un 40% que fue medida por las ventas de los empleados en comparación con el mismo período del año anterior.
Otros países con jornadas laborales de menos de 40 horas semanales son Holanda,
Dinamarca, Noruega, Irlanda, Bélgica, Suecia, Australia e Italia. En ninguno de ellos -hasta donde llega mi conocimiento- se aumentó la jornada laboral como pretende hacerlo el proyecto de ley 21.182. Además todos cuentan con un eficiente y económico transporte público y una amplia red de cuido, al punto que la alcaldesa de Paris, Anne Hidalgo, sostiene que la ventaja clave para competir con las ciudades del mundo es su sistema de guarderías barato y accesible.
Tal y como esta redactado este proyecto de ley -como muy bien lo señaló la Ministra de la Condición de la Mujer, Patricia Mora Castellanos-, sería nefasto para las mujeres, quienes saldrían de sus trabajos en la noche a acceder un transporte público ineficiente en zonas de alta inseguridad, para recoger a sus hijos en los escasos Cen-Cinai y costosas guarderías (que deberán ajustar sus horarios de servicios) y llegar a sus casas a empezar su segunda jornada laboral (revisión de tareas escolares, cocinar, limpieza, etc.) después de las 9:00 pm.
Como mujer, jefa de familia y empresaria que trabaja formalmente desde los 18 años de edad, creo que la jornada laboral flexible es un instrumento que incentiva la productividad y mejora la calidad de vida de las personas, pero si NO se aumenta la cantidad diaria de horas de trabajo, y se aplican otras modalidades como el medio tiempo y teletrabajo.
Nuestro país no reúne las condiciones de infraestructura básica ni la cultura solidaria de compartir las tareas del hogar y el cuido de la familia, tan necesario para implementar una jornada laboral flexible.
Desde otra perspectiva, difícilmente este proyecto aportará al aumento en la productividad, ya que esta demostrado que las jornadas laborales extensas afecta la salud, la seguridad en el lugar de trabajo e intensifica la desigualdad de géneros, además de mermar la productividad, tal y como lo señalan diferentes informes de la OCDE, el BID y la OIT.
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