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Dialéctica

Navidades... ¡la fiesta del mercado!

Juan Manuel Villasuso [email protected] | Viernes 28 diciembre, 2007


No hay en nuestro calendario un día específico para festejar al mercado. El 11 de abril conmemoramos la gesta de Juan Santamaría, el 2 agosto veneramos a la Virgen de los Angeles, el 15 del mismo mes enaltecemos a la mujer a la que llamamos madre, y el 2 de noviembre llevamos flores a los fieles difuntos. Pero no hay un día específico dedicado al mercado.

Alguien podría decirnos que el 15 de marzo es el Día Internacional del Consumidor y que podría interpretarse como alusivo al mercado, pero no, no es lo mismo. Ese día se conmemoran los derechos de los consumidores y las leyes que nos protegen para no ser engañados y burlados por comerciantes inescrupulosos. En verdad es otra cosa muy distinta.

Un auténtico festejo del mercado debe caracterizarse por el consumo masivo, por el gasto desenfrenado y por el impulso frenético de comprar. Tiene que estar signado por la satisfacción hedónica y por la atracción irreprimible hacia toda aquello que pueda adquirirse y que contribuya a satisfacer nuestros deseos.

Por eso he llegado a la conclusión de que es en las navidades (con minúscula), ese periodo que comienza a principios de diciembre con el aguinaldo y concluye con la última bombeta de Zapote, antes de la cuesta de enero, cuando se ha decidido festejar al mercado. Son los días de derroche y consumismo.

Coincide en una de esas fechas, aunque no guarda ninguna relación, la celebración de la Natividad, el nacimiento de Jesús, hijo de María y de José, que vino al mundo, según la tradición cristiana, a redimirnos del pecado. Esa efeméride llena los corazones de amor y exhorta a buscar la paz en la tierra y la buena voluntad entre los seres humanos. Es un día de espiritualidad y solidaridad.

Desde una perspectiva económica, las navidades son un periodo de gran actividad que refuerza la demanda. No en vano el Banco de Reserva Federal de Estados Unidos ha pedido a los consumidores norteamericanos que eleven sus gastos este fin de año para compensar la caída en las bolsas de valores y evitar la recesión.

Muchas son las actividades que se ven estimuladas por el consumo navideño y muchos los colones que se gastan. El recibo de la electricidad aumenta por las luces multicolores. El árbol, las guirnaldas y el musgo hay que adquirirlos y no son baratos. El queque de frutas cuesta un mundo y la masa, el pipián y la carne de chancho suman más de lo pensado. Ni que decir del Nintendo, el PlayStation o el iPod. Y los regalitos a la parentela y los amigos... En fin, que el presupuesto se agota.

Las navidades se pueden conjugar: yo consumo, tú consumes, él consume... Tamales, cena, regalos, vino y licor, juguetes para los niños, paseos a la playa y a la montaña. Lo que no se me ocurre la publicidad me lo recuerda. Las promociones son irresistibles. Hay para todos los gustos. Desde los comercios y los medios de comunicación nos bombardean con ofertas. Gasta de tu Visa o de tu MasterCard... Compra, date el atracón…Ríe, bebe, que hoy es Nochebuena…. Haz la reservación para esperar el año nuevo... ¡Consume hasta morir!

Las navidades son la fiesta del mercado y no debemos confundirla con la Natividad, que es la festividad ecuménica de la encarnación divina en un niño llamado Jesús. La primera exacerba el consumo, la segunda el amor al prójimo.

Y me pregunto: ¿podemos realmente celebrar la Natividad sin al menos pensar por un momento en todos aquellos que en Costa Rica y el mundo no pueden acercarse al convite navideño del mercado porque la pobreza los margina y los excluye?

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