Mujeres, poder y chador
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 12 noviembre, 2007
A propósito de un artículo de don Leopoldo —para quienes no lo sepan: es mi papá— sobre mujeres, poder y chador, pensé en un personaje que reúne esos tres elementos y que desde hace casi 20 años me fascina: Benazir Buttho.
Con una belleza impresionante —que no ha disminuido con los años—, la hija de Zulfiqar Ali Buttho —uno de los poquísimos presidentes electos de Pakistán— ha sido Primera Ministra de su país en dos ocasiones. Las dos veces fue destituida por cargos de corrupción, mal manejo de la economía, inseguridad ciudadana y violación a la constitución.
Ustedes se preguntarán por qué una dirigente política que ha sido tantas veces acusada de graves delitos puede provocar esa admiración en mí.
Muchos son los países islámicos que ejercen una represión visible y constante sobre las mujeres. Pakistán es uno de ellos.
El chador o velo que destaca la hermosura de la señora Buttho, es obligatorio en un país tan apegado a la religión musulmana que su capital se llama Islamabad.
Incluso en algunas tribus las mujeres deben usar el purdha (palabra persa que significa cortina) que —al igual que el burka afgano— tapa todo el cuerpo, la cabeza y la cara.
Una de esas tribus, la de los Patanes, considera que la honra de los varones es proporcional a la castidad de sus mujeres (madres, hijas hermanas o esposas).
Hasta hace pocos años las mujeres eran ajusticiadas si —siendo mayores de diez años— se atrevían a hablar con un hombre que no fuera un familiar.
Reconozco que admiro a Benazir Buttho por su belleza, su elegancia y el haber logrado —posiblemente por ser hija de su padre, aunque no solamente— ser electa en un país donde las mujeres no tienen mayor capacidad de expresión. Lamentaré mucho que los cargos de corrupción —que acaban de ser anulados por el actual presidente Pervez Musharraf— sean ciertos.
Lo que es evidente es que tiene un deseo de poder irrefrenable. De otro modo es difícil entender por qué regresó a su país —luego de este último exilio— para ser recibida por una serie de atentados en Karachi que les costaron la vida a cientos y dejaron más de 400 heridos.
Conocí a una bellísima mujer pakistaní simpática, sofisticada, hija de madre francesa. Belkiss ha vivido en Francia y Estados Unidos y domina varios idiomas.
En Occidente no usa chador, pero su ropa siempre recuerda al traje tradicional pakistaní de pantalones y túnica.
Hace algunos años, cuando vivía en Costa Rica, fuimos juntas con nuestros maridos a Manuel Antonio. Nunca se puso un vestido de baño, por más que su esposo occidental insistiera. Todas las noches prometía que al día siguiente lo haría, pero no cumplía su promesa. Uno no puede deshacerse de su educación y cultura tan fácilmente, aunque conozca otros mundos.
Regresando al artículo de don Leopoldo —que hablaba de la reciente elección de Cristina Fernández en Argentina— hay que ver que muchas dirigentes políticas se han amparado en el hecho de ser las hijas, esposas o viudas de políticos reconocidos para poder construir una carrera política propia. Pero si no tienen verdadera capacidad para manejar un país es mejor que se abstengan.
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