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Mujeres florero, mujeres relleno… y Laura Chinchilla

Marilyn Batista Márquez [email protected] | Lunes 01 agosto, 2022


En el siglo pasado, en1959, cuando las muñecas Barbies explotaron el perfil de la mujer ideal caucásica -delgada, alta, rubia, perfilada-, unido al rol correspondiente que la sociedad le había asignado -ama de casa, sumisa, delicada, dulce-, la televisión, especialmente la estadounidense, ayudó a reforzar el perfil de la “mujer florero”. Esta mujer -predominantemente de uso decorativo y maternal- era inspiracional, no solo para los gringos, sino también para todo el mundo.

Evoquemos a la otrora Jaqueline Kennedy, delgada, blanca, refinada, vestida de Chanel, cargando con dos chiquitos; siempre sonriendo, discreta y femenina. Ella era una perfecta Barbie y mujer florero. A pesar de dominar varios idiomas, de tener una licenciatura en literatura francesa y haber trabajado para el Washington Times-Herald como fotógrafa investigadora, se casa con John F. Kennedy, se convierte en madre y Primera Dama (1961), y su labor más importante en el gobierno se reduce a redecorar la Casa Blanca.

Pasaron décadas para que Estados Unidos tuviera a una Hillary Clinton, Primera Dama (1993), que desde su rol de esposa del Presidente de los Estados Unidos abogó por una reforma de salud y tuvo un rol importante en la creación del Programa Estatal de Seguro Médico Infantil, la Ley de Adopción y Familias Seguras, la Ley de Independencia de Hogares de Acogida, además de apoyar la igualdad de género. Hillary no fue mujer florero, ni tampoco mujer relleno.

¿Pero qué significa mujer relleno? Son aquellas que entran en grupos políticos porque se requiere llenar una cuota -impuesta por leyes o normativas electorales-, o porque el grupo necesita transmitir una imagen de igualdad e inclusión, aunque en la realidad no crean en este tipo de derecho humano y justicia social.

Esta mujer relleno puede ser inteligente, educada y comprometida, pero la ubican en un lugar “abajo” o en “el sótano”, dentro de una jerarquía machista en la que es difícil destacarse, ascender y lograr alcanzar un cargo relevante. Esperan que se mantenga “calladita, más bonita”.

Es lo que ocurre en la mayoría de los gobiernos centrales y locales, en donde las vice presidencias y las vice alcaldías tienen una importante representación, incluso sobrerrepresentación del género femenino, pero en muchos casos son puestos de subordinación o de cooperación, que como escribió la socióloga argentina Bárbara Ester, “…su lugar dentro del limbo institucional es el de la máxima paradoja: no es nada, pero puede serlo todo”. Añado a la frase, “puede serlo todo” en ausencia, destitución o fallecimiento del Presidente o el Alcalde.

La raíz de las mujeres relleno en la política proviene de la cúpula de los partidos, la gran mayoría conformada por hombres, que continúan viendo a la mujer como una persona inferior y subalterna. Un claro ejemplo es el partido Liberación Nacional, que desde su fundación, a través de 9 elecciones presidenciales, 7 personas, incluyendo una mujer, se convirtieron en presidente/a de Costa Rica, y en las pasadas elecciones tuvo 6 pre candidatos hombres; ninguna mujer.

Esa única mujer que dirigió a Costa Rica durante cuatro años, doña Laura Chinchilla Miranda, renunció recientemente al partido que la llevó a la presidencia, y entre varios argumentos se destaca: “Se han venido produciendo una sucesión de acciones y omisiones por parte de sus estructuras que en lugar de responder a los desafíos pendientes nos alejan de las aspiraciones de muchos liberacionistas, a que se corrijan errores, se rectifique el rumbo y se fortalezca la capacidad moral y política de la organización”.

Doña Laura nunca fue ni será una mujer relleno, por eso su dimisión no me sorprende. Ella jamás aceptaría permanecer callada, arrinconada, vetada e ignorada. Lucha hasta el final y de pie como un Guayacán. Su dimisión no es temor, traición o debilidad, sino sabiduría, que me recuerda la frase de Mary Roach, “El heroísmo no siempre sucede en un estallido de gloria. A veces, pequeños triunfos y grandes corazones cambian el curso de la historia”.

A todas las mujeres -de cualquier edad, etnia e ideología- que están o quieren estar en política, las exhorto a no convertirse en mujeres relleno. Alcen su voz, dialoguen, cuestionen y confronten; luchen por los puestos que desean ocupar, gracias a sus talentos, educación, experiencia y compromiso. Sean ambiciosas y combativas. Como se dice en Costa Rica: ¡“No se dejen”! Ni florero, ni relleno.

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