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Mi voto por el parlamentarismo

Federico Malavassi | Martes 06 octubre, 2015


No se trata de encontrar líderes infalibles y seductores. Se trata de encontrar personas francas, trabajadoras y que vayan por un camino correcto


Mi voto por el parlamentarismo


El presidencialismo no ha sido una buena idea. Concentra mucho poder, sacrifica muchas posibilidades y, a final de cuentas, es el germen de muchísimos males.
Es curioso que en Costa Rica, pretendiéndose más bien atenuar el presidencialismo y proyectar algunas instituciones del parlamentarismo, ni siquiera se promueva la carrera parlamentaria.
Ello no constituye un estímulo para destacar las buenas actuaciones legislativas, sino que parece un mecanismo para evitar candidaturas y obstaculizar que las carreras políticas lleven una sana competencia.
Las consecuencias son obvias. Una democracia formal, que electoralmente parece dar señales de gran nitidez, que no atiende los aspectos materiales de la República, que no aporta suficientes respuestas para las diversas situaciones sino que más bien acartona el funcionamiento del sistema.
La concentración de poderes alrededor del Ejecutivo es una mala interpretación de las previsiones constitucionales, contraría los principios democráticos y, en combinación con monopolios y exceso de estatizaciones, resulta en un problema para las ciudadanos y un obstáculo para el desarrollo.
Súmesele a ello la ingrata cuota de abusos, gollerías, burocracia, empleomanía, privilegios y estatolatría que impera en muchos ámbitos y está pintada la escena de la disfuncionalidad política que parece afectar el destino de nuestra sociedad.
Agotadas las esperanzas de llegar a algo positivo en este periodo, las miradas tratan de otear el horizonte político y parece haber pocas opciones, poco margen de maniobra, nula capacidad de enmendar el daño hecho y una gran limitación de soluciones.
Unos con problemas morales, otros con obvios errores ideológicos, alguno con un pecado de empleomanía sobre sus espaldas y otros más sin posibilidades de despegar como una fuerza capaz de ilusionar y corregir.
Tal vez se espera demasiado de un candidato, quizás se le exige un liderato que se le niega a la vez, a la de menos se espera algo así como una combinación del rey Arturo con el mago Merlín, pero el caso es que poco a poco se van descalificando las opciones para el próximo periodo. La cuestión entristece mucho, porque con facilidad se habla de falta de esperanza en dos periodos y el pesimismo cunde en todos.
¿Tanto cuesta encontrar una opción política que tenga una moral aceptable, un camino apropiado y deseos de trabajar? Yo no creo que sea tan difícil, ni creo que sea imposible superar muchos de los que nos ha puesto en el actual predicamento. En el sistema parlamentario sería mucho más fácil ir decantando posiciones, posibilidades, candidaturas y caminos. En nuestro sistema también hay cómo.
No se trata de encontrar líderes infalibles y seductores. Se trata de encontrar personas francas, trabajadoras y que vayan por un camino correcto. Asimismo, que se hagan acompañar bien y que no se dejen seducir por colaboradores dañinos.

Federico Malavassi

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