Costa Rica merece cambiar de rumbo. Para lograrlo el poder debe cambiar de manos
¿Menos democracia?
Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 11 septiembre, 2009
No pueden pasar inadvertidas las recientes declaraciones del presidente Arias diciendo que los problemas de la democracia no se arreglan con más democracia, como él mismo solía decir, sino todo lo contrario, con menos democracia. Si bien el desparpajo con que Oscar trata nuestro ya maltrecho Estado de Derecho no tiene parangón en la historia política reciente del país, ni es por desgracia ninguna novedad, tampoco esto es excusa para que pongamos oídos sordos ante tales arremetidas contra nuestros mejores valores cívicos por parte de alguien que ostenta, no solo la condición de Jefe de Estado, sino la de Premio Nobel de la Paz. Los costarricenses no podemos permitir, sin al menos protestar, semejante agresión a nuestro sistema político que, valga la pena recordarlo, les ha permitido a los hermanos Arias llegar a la cumbre del poder en dos ocasiones. Si otro gobernante de los que el Imperio califica como “eje del mal” hubiese dicho mucho menos que eso, ya en nuestro país se hubiera levantado un escándalo mediático rayano en la histeria, como sucede con cosas muchísimo menores. Por tal razón, quienes hoy guardan un silencio cómplice frente a tan aberrantes amenazas a nuestra imperfecta pero real democracia, no pueden sino ser considerados como corresponsables de todos los atropellos al Estado de Derecho, que han hecho posible la instauración de un régimen que ha tomado como piedra angular de todo su edificio político el tristemente célebre exabrupto de Oscar de que lo que Costa Rica necesita —y él se ha propuesto instaurar— es “una dictadura en democracia” (lo cual constituye, para quien sabe un poquito de lógica, una contradictio in terminis). A decir verdad, no debería extrañarnos que Oscar se exprese de esa manera luego de haber tratado de forma soez al Tribunal Supremo de Elecciones por haberle llamado la atención (¡demasiado suavemente!) por no respetar la norma constitucional que establece la prohibición al Ejecutivo de intervenir en asuntos electorales, cosa que el mismo Tribunal le permitió de manera vergonzosa durante la campaña del referendum sobre la aprobación o rechazo del TLC. Desde sus orígenes, este régimen ha pisoteado la Constitución con la complicidad de la mayoría de los magistrados de la Sala IV, al autorizar una reelección presidencial que tenía nombres y apellidos. Esas violaciones a las normas legales en que se ha fundado en las últimas décadas nuestra convivencia política, han venido acompañadas de escándalos de toda índole un día sí y otro también, como los medios de comunicación y diputados de oposición lo han denunciado. Sin embargo, pocas ocasiones son tan propicias como la que ahora tenemos al adentrarnos en la campaña electoral. Aprovechemos la mencionada campaña no para soportar sin protesta que se despilfarren millones en difundir mensajes demagógicos, sino en pedir cuentas al partido oficial y exigir que los culpables sean castigados. Costa Rica merece cambiar de rumbo. Para lograrlo el poder debe cambiar de manos. Pronto tendremos la oportunidad de hacerlo pacíficamente.
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